Biblioteca Escolar: Un nuevo paradigma

  • Publicación de la entrada:15 septiembre, 2015
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Por Santiago Machado- Bibliotecario de SADOP

Durante años, la biblioteca escolar se configuró en el imaginario colectivo como un espacio de castigo para el alumno. “El que se porta mal, va a la biblioteca”, era la frase tristemente célebre a la que nos habíamos acostumbrado.

Otro hecho que estaba aceptado era el de entender al puesto del bibliotecario escolar como un lugar destinado a ser cubierto por cualquiera, menos por una persona formada en el tema. Y ni hablar del cuidado que muchas veces recibían colecciones históricas de diferentes establecimientos educativos, relegadas al olvido en sótanos y depósitos.

Pero los tiempos cambian y las ideas también. En los últimos diez años hubo una reivindicación de la biblioteca como espacio fundamental para complementar y enriquecer la tarea docente. En este nuevo escenario, la biblioteca se redefine y se configura como un ámbito que tiene como finalidad la construcción de la memoria colectiva, la inclusión sociocultural y el desarrollo de propuestas de investigación en base a las necesidades de la comunidad.

Son tres los ejes que han posibilitado este reposicionamiento. El primero de ellos es la creación de los programas Bibliotecas Escolares y Especializadas de la República Argentina (BERA) y Memoria de la Educación Argentina (MEDAR), ambos coordinados por la Dirección de la Biblioteca Nacional de Maestros, encabezada por Graciela Perrone.

El primero tiene sus orígenes en el año 1998 y se consolida como Programa Nacional en el año 2006, a través de la Resolución Ministerial 432. El Programa BERA tiene como finalidad, entre otras cosas, favorecer desde las bibliotecas escolares la construcción de ciudadanía y el afianzamiento de valores ligados a la solidaridad, la cooperación y la identidad nacional. Uno de los logros indiscutidos del programa BERA, entre tantos, es la difusión gratuita del software Aguapey, una herramienta informática que permite gestionar las distintas colecciones. Este software de manufactura nacional, y utilizado en cientos de establecimientos educativos, ha tenido una amplia difusión gracias a que, desde el Ministerio de Educación, se brindan capacitaciones gratuitas de manera mensual.

Por su parte, el programa MEDAR, coordinado por la profesora Mariana Alcobre, busca generar en las escuelas espacios para que cada establecimiento recupere su propia memoria educativa a través de la creación de bibliotecas, archivos y museos. Es una estrategia que tiene que ver directamente con la preservación, la conservación y la puesta en valor de materiales educativos históricos.

El segundo eje se conforma por el Programa Conectar Igualdad y el Plan Nacional de Lectura. El primero ha disminuido la brecha digital de una forma significativa: alrededor de cinco  millones de netbooks entregadas a la comunidad de docentes y alumnos. Es ahí donde el bibliotecario escolar debe actuar alfabetizando al alumnado, en términos de enseñarle a adquirir la capacidad de saber cuándo y por qué se necesita información, dónde se encuentra, y cómo se evalúa, utiliza y comunica de manera ética. El complemento a este programa ha sido el Plan Nacional de Lectura, que le sirve al bibliotecario para mantener un contacto recurrente con el libro, recordando así, que tanto lo impreso como lo digital, no son soportes excluyentes sino complementarios en la construcción de conocimiento.

Como eje final se encuentra la promulgación de la Ley Nº 26.917 de Bibliotecas Escolares. Esta establece la creación de un Sistema Nacional de Bibliotecas Escolares y Unidades de Información, fomenta el trabajo colaborativo entre establecimientos, y promueve la conservación y la preservación de los materiales históricos de las instituciones. Además, marca condiciones mínimas para un correcto funcionamiento, en términos de colección y equipamiento tecnológico. Esta normativa es el resultado de un largo trabajo de discusión y consenso en todas las jurisdicciones del país, promovido desde el Ministerio de Educación de la Nación, a través de la Biblioteca Nacional de Maestros y se enmarca en la Ley de Educación Nacional Nº 26.206. Así, se busca atender, de forma federal e integradora, la diversidad de escenarios educativos presentes a lo largo y a lo ancho del país. Este último eje conforma una pieza fundamental de política pública para la gestión de la información y el conocimiento en las unidades de información del sistema educativo.

Con este contexto que se ha logrado, debemos reflexionar sobre la actividad en sí misma y sobre qué hacemos y en que ámbito hacemos. Bajo ningún aspecto hay que pensar que el presupuesto es el único factor que le permite al bibliotecario desempeñar su función correctamente.

Si bien el contar con recursos económicos facilita la gestión, este no tiene que ser un impedimento sino un factor que nos motive a desempeñar estrategias para optimizar lo que tenemos y conseguir lo que nos falta. Entre tantas líneas de acción que se pueden tomar, se debe mantener un fluido contacto con sus pares a fines de generar redes que faciliten el intercambio, suministrar y promover la creación de catálogos colectivos y, por sobre todo, intercambiar ideas. Estas tres estrategias son fundamentales.

En la actualidad, la sociedad atraviesa lo que se denomina como “la revolución digital”, o sea, la incursión de las Nuevas Tecnologías (TICS) en nuestra vida. La biblioteca escolar, ante esta situación, no puede circunscribirse a funcionar sólo como un lugar que guarda materiales -impresos y digitales- y los presta cuando son requeridos. Por el contrario, el bibliotecario debe redoblar la apuesta y presentarse como un agente creativo que le aporta un extra al contenido que se ofrece: presentar el material de diferentes formas, sugerir otras lecturas, informar sobre la existencia de materiales audiovisuales sobre la temática, sugerir actividades. Para lograr esto, la formación profesional es fundamental. Aprender a utilizar distintos softwares, como editores de imágenes, de sonido, de gráficos y utilitarios; capitalizar el carácter práctico de las TICS, sin olvidar nunca que la tecnología ayuda al hombre y no lo reemplaza.

Para finalizar, hay un concepto que se debe internalizar: ningún buscador de Internet reemplaza al bibliotecario escolar. La capacidad de seleccionar recursos digitales que sean de utilidad para el aprendizaje de los contenidos curriculares, agrupar los recursos confiables por categorías, presentarlos de forma ordenada y generar un interés genuino por el material en el alumno/docente, siguen siendo actividades propias de esta figura, que no puede ser replicada por ningún tipo de tecnología.

Las bibliotecas escolares no son todas iguales: algunas cuentan con muchos metros cuadrados, otras tienen muy poco espacio, algunas tienen mucho equipamiento informático, otras no; algunas cuentan con disponibilidad de personal y en otras todas las actividades recaen en una sola persona. Sin dudas, las formas y matices pueden ser múltiples, pero todas deben encontrar su anclaje y su razón de ser en el sistema educativo, articulándose como recurso facilitador que genere posibilidades reales de apoyo a los docentes.