Se repite una vieja historia del capitalismo

  • Publicación de la entrada:12 agosto, 2014
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Esta vez es distinto: ocho siglos de necedad financiera, es la traducción castellana del libro que escribieran en 2009 Carmen Reinhart y Kenneth Rogoff. Para el lector que desconozca a los autores, sepa que se trata de dos intelectuales orgánicos, miembros del mainstream académico. Sobre todo Rogoff, quien además de doctorarse en el Instituto de Tecnología de Massachusetts y dictar clases en Harvard fue economista en jefe y director de investigaciones del Fondo Monetario Internacional entre 2001 y 2004.

Lo que sorprende del libro es la sinceridad liberal de sus autores, es la recopilación de evidencia cuantitativa sobre la historia de los episodios de default y reprogramación de deuda interna y externa por parte de los distintos estados nacionales.

El cuadro que se adjunta, resumen del confeccionado por los autores, da cuenta del total acumulado de episodios de impagos y reprogramaciones desde la independencia de los países o desde 1800 y hasta 2008. Rápidamente se constata que casi la totalidad de los países han incumplido en el pago de su deuda externa al menos una vez; y varios de ellos han repetido el drama durante su fase como economías emergentes a lo largo de uno o dos siglos.

El récord lo posee España con 13 episodios, siete de ellos en el siglo XIX, y seis en los tres siglos anteriores. Algunos, como Portugal y Austria, tenían un prontuario prácticamente inmaculado hasta 1800, pero luego incumplieron en seis y siete ocasiones respectivamente. Argentina ha incumplido en un impago o repogramación en siete oportunidades, Alemania ocho veces, Brasil y Chile, por ejemplo, nueve veces.

También llama la atención el número de años durante los cuales persiste el impago; aunque algunos países de Latinoamérica se destacan en esto, como México, Costa Rica, Nicaragua y Perú, en Europa también hay casos sobresalientes, como Polonia, Rusia y Grecia.

Reinhart y Rogoff buscan esbozar una teoría general de las crisis financieras y sostienen que "los períodos gobernados por una creciente desregulación financiera y la apertura indiscriminada de los mercados de capitales y bienes favorece la generación de crisis financieras".

En este marco, el protagonismo de los especuladores suele ser gravitante en sentido negativo. Dijo Keynes hace más de 80 años: "Los especuladores pueden no hacer daño cuando sólo son burbujas en una corriente firme de espíritu de empresa; pero la situación es seria cuando la empresa se convierte en burbuja dentro de una vorágine de especulación. Cuando el desarrollo del capital en un país se convierte en un subproducto de las actividades propias de un casino, es probable que aquel se realice mal."

Para peor, aquel comportamiento pernicioso de los capitales especuladores que fuera evidente sobre fines de la década del ’20 del siglo pasado, parece haberse convertido en una norma de funcionamiento capitalista posterior a la caída de las torres gemelas en diciembre de 2001. Dicho comportamiento es el subproducto de una arquitectura monetaria y financiera internacional, caracterizada por la desregulación casi completa de los mercados de capitales y la pérdida progresiva de control sobre los flujos internacionales por parte de los gobiernos nacionales. Se trata de un proceso continuo, que comienza con la caída de los Acuerdos de Bretton Woods y se acelera paulatinamente y ha generado la crisis europea de los últimos años.  Si esta independencia desordenada y desregulada del capital financiero continúa, terminará por derivar en una crisis mundial peor que la gran depresión.

No obstante, algunos economistas no ven lo que está delante de sus ojos y, como Alan Greenspan, siguen sosteniendo que "cualquier restricción gubernamental al comportamiento de los fondos de inversión (que es lo que hace la regulación) recortaría la asunción de riesgos, que es parte integral de la contribución de los hedges funds a la economía global y en especial a la estadounidense. ¿Por qué deseamos inhibir a las abejas polinizadoras de Wall Street?"

Por Mariano de Miguel

Fuente: Tiempo Argentino