Por Mario Román Almirón
Secretario General
SADOP – CDN
El conflicto que hoy vive la docencia privada con sus empleadores -y que SADOP expresa- puede verse como el resultado de un cambio de paradigmas en el mundo del trabajo.
Utilizamos la expresión "paradigma" para referirnos a un modelo, a un marco teórico que utilizamos para interpretar los fenómenos en el contexto de una sociedad determinada.
Durante los 90 nuestro país sufrió una política económica de inspiración neoliberal. Esa política impactó de modo concreto en las relaciones laborales. El paradigma de la “flexibilidad laboral” gobernó durante más de una década la dinámica de las relaciones entre trabajadores y patrones. A partir de una enorme globalización financiera –con la desregulación general de los mercados, incluido el que los liberales llaman: “mercado de trabajo”- y una redefinición del rol del Estado se generó una nueva consideración sobre el trabajo y los trabajadores.
En el mundo del trabajo hay dos lógicas en pugna: la del capital y la del trabajo. Los ‘90 significaron la brutal definición en contra del trabajo y a favor del capital financiero. La profundidad de este cambio es tal que todavía hoy nos cuesta describir todas sus consecuencias con precisión. La destrucción de empleo generó una nueva categoría de “trabajadores desocupados”; a la par que aquellos que tenían trabajo veían disminuido su salario y erosionadas sus condiciones laborales (ausencia de estabilidad[1], recorte en las vacaciones, insalubridad, falta de formación profesional, entre otras). Una verdadera catástrofe social, que puso al país al borde de la desintegración social y política en el año 2001. La naturalización de dicha catástrofe es una de las más grandes tragedias de Argentina. Nos muestra el poder del liberalismo para imponer modelos culturales impregnados de individualismo y reactivos al espacio público.
En el año 2003, con la asunción de Néstor Kirchner como Presidente de la Nación, se produce un cambio de paradigma en el mundo del trabajo. El Estado recupera su rol simbólico de referente insoslayable para los actores sociales. Y vuelve a ser un elemento central en la conformación de una identidad nacional y suramericana. En el plano económico, transitamos del enfoque neoliberal a una visión que privilegia el trabajo y la producción nacional con valor agregado y fomenta el pleno empleo. Esto impacta de manera directa en el mundo de las relaciones laborales, dando lugar a un paradigma nuevo: “El de la protección del trabajo y su reconocimiento como derecho humano”.
Este nuevo paradigma -que colisiona con el de la flexibilidad- supone nuevas conductas por parte del Estado, los Sindicatos y los empresarios. La direccionalidad que marca este paradigma es para nosotros lo central: se trata de proteger a la persona del trabajador y acrecentar continuamente sus derechos.
El Ministerio de Trabajo de la Nación, a propósito del Bicentenario de nuestra Nación, ha dicho que se trata de: “…Una etapa de consolidación de los derechos fundamentales del trabajo, en su categoría de derechos humanos: libertad de trabajo; igualdad de oportunidades y de trato; libertad de asociarse y negociar colectivamente; compromiso de erradicación del trabajo infantil y protección del trabajo adolescente…”[2]
Desde esa concepción el Estado fomentó para todas las actividades la negociación colectiva.
Entre 2004 y 2011 se firmaron en nuestro país 9.337 convenios y acuerdos colectivos, alcanzando actualmente sus beneficios a 4.235.000 trabajadores registrados, según datos del Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social de la Nación.
La disputa entre los paradigmas en la educación de gestión privada
Como ocurre en gran parte de las actividades, la enseñanza de gestión privada es un terreno de disputa de tales paradigmas. SADOP plantea con toda claridad su reclamo de negociar colectivamente con los empleadores/propietarios de los establecimientos educativos, para mejorar la situación de maestras y profesores. Lo hace con persistencia, convicción y firmeza. Los representantes del sector empleador se niegan a las “paritarias” (¿será porque no consideran “pares” a las personas que trabajan en la docencia?). Es decir, se niegan a reconocer un Derecho Humano fundamental: el de negociar colectivamente. Llama la atención la conducta de algunos representantes de colegios que dependen de la Iglesia Católica. Mientras reclaman de manera contundente que el Gobierno Nacional se disponga a ceder en diversos aspectos de las políticas públicas; se niegan a acordar con el Sindicato las condiciones básicas que hacen a un trabajo docente digno. Quizás añoren otras épocas de nuestro país en las cuales sus posiciones e intereses eran asumidos “in totum” por los gobiernos y les resulte extraño un Poder Ejecutivo Nacional que tenga autonomía de los grupos de presión.
Los docentes privados somos en Argentina más de 250.000. Nuestra historia está signada por la lucha frente a las estructuras de injusticia. Cuando el peronismo en 1947 estaba concretando un proceso revolucionario en materia laboral docente, se escucharon voces opositoras similares a las que hoy escuchamos y los trabajadores organizados lucharon hasta conseguir su objetivo. Hoy estamos ante un punto de inflexión. O las relaciones laborales entre docentes y escuelas privadas se encaminan a ser acordadas con sentido de Justicia y Equidad o el paradigma dominante será el de los años de la flexibilización. Como SADOP no se resigna a ello, seguramente viviremos épocas de conflictividad en la educación de gestión privada.
A simple vista, el hecho puede ser interpretado como una disputa entre dirigentes de uno y otro sector de empleadores y trabajadores.
Pero la confrontación real es más profunda: se trata de la contraposición entre quienes pensamos que el trabajo es un derecho humano y quienes piensan que es una mercancía.
[1] El cinismo de los liberales que gobernaron nuestro país en los 90 llamó ambiguamente: “retiros voluntarios” y “jubilaciones anticipadas” a la destrucción del empleo.
[2] Página Web del Ministerio de Trabajo de la Nación: www.trabajo.gob.ar