Tras su viaje a la reunión anual del Fondo Monetario Internacional (FMI), el ministro de Economía fue categórico en afirmar que no le debemos un centavo a dicho organismo. Por ese mismo motivo, Argentina tiene el derecho a permitir o no la revisión periódica que el FMI realiza en las economías locales. “No hay una necesidad objetiva; es simplemente nuestra decisión” sentenció Axel Kicillof.
Desde 1997 Argentina y su Ministro de economía participan de las reuniones ordinarias del FMI que se realizan cada año. Justamente por ello no tuvo nada de excepcional el viaje de Kicillof y su a esa reunión. En la misma conferencia, el actual titular de la cartera económica enumeró un listado de todos los ministros que participaron en reuniones de esta índole: desde Domingo Cavallo y Roque Fernández, hasta Martín Lousteau y Hernán Lorenzino. Se trató de un encuentro ordinario que coincidió con la cumbre de ministros del G-20, en la que Kicillof aprovechó para estar presente.
Pese a la contundencia de los hechos y de las afirmaciones realizadas por el ministro, la ofensiva de todo el abanico opositor comenzando por Clarín, La Nación y siguiendo por economistas de negocios que dan vueltas por programas de televisión defenestrando el modelo económico que sigue el país desde 2003, no dieron tregua. Empecinados en buscarle un fracaso más a este gobierno, afirmaron una y otra vez que Kicillof se volvió con las manos vacías. La pregunta pertinente es ¿con qué podría haberse vuelto de una reunión de esas características?
Basta con ser medianamente sensato o mirar la prensa de los años anteriores y, por sobre todas las cosas, ser honesto intelectualmente para saber que se trató de la asistencia a las reuniones periódicas del FMI. Está claro que no fue un viaje de negociaciones bilaterales, ni de un intento de volver al Fondo. Tal vez las expresiones que pulularon la semana pasada por los medios sean más una expresión de deseo que una genuina interpretación de los hechos. Algunos economistas y los comunicadores que intentan marcar agenda desde medios concentrados, desean fervorosamente la vuelta al FMI.
Quienes piensan en clave del Fondo Monetario Internacional no están únicamente en el Fondo. El 3 de enero de 2006 Argentina saldó su deuda con FMI y puso fin a una relación de control y condicionalidades de más de 50 años. Argentina se desendeudó, pero todavía falta “desendeudar la cabeza” de unos cuantos que pretenden volver a las recetas del organismo internacional, a los ajustes ortodoxos como salida de la crisis, a los recortes del gasto estatal, al endeudamiento externo y al fin de la soberanía monetaria.
LAS SIETE DIFERENCIAS. Las políticas económicas llevadas a cabo cuando asumió en mayo de 2003 el gobierno Néstor Kirchner para salir de la crisis más profunda de la historia Argentina, están en las antípodas de las políticas que hoy propone el FMI como salida de la actual crisis internacional. Flexibilización del mercado de trabajo, desarticulación del Estado Bienestar, contracción de la demanda, son algunas de las políticas recomendadas por el Fondo y aplicadas por los países en crisis, como España, Grecia, Portugal que lo único que han hecho es profundizar el deterioro económico y social en esos países.
Kicillof no sólo apuntó contra el recetario del FMI, sino que advirtió sobre las potenciales consecuencias del abordaje realizado por las economías centrales sobre la crisis. En los diferentes encuentros, Argentina cuestionó la decisión de los países desarrollados de retirar sus planes de inyección de liquidez y remarcó la necesidad de más política fiscal expansiva. Sostuvo también que las políticas esperables para avanzar con el proceso de recuperación tienen que apuntar a fortalecer la demanda agregada, la distribución y la preservación de los ingresos.
La situación de 2013 muestra que existió una recuperación, pero muy débil y desigual: el mundo creció un 3% aunque las economías avanzadas sólo aumentaron un 1,3% mientras que las emergentes crecieron 4,7 por ciento. Kicillof también advirtió el peligro que implica si Estados Unidos avanza en la finalización del paquete de inyección de liquidez en Estados Unidos, ya que podría disparar una nociva reversión de los flujos de capital desde las economías emergentes hacia los países centrales. “Si el plan es retirar los programas de estímulo, lo que podemos observar es más pobreza y más desigualdad para el futuro.”