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Pensar los desafíos a futuro del sindicalismo

  • Publicación de la entrada:30 noviembre, 2016
  • Tiempo de lectura:5 minutos de lectura

Mario Almirón

Secretario General

SADOP-CDN

Desde nuestra perspectiva, pensar tales desafíos supone antes dos momentos de análisis: 
– Recuperar el pasado: 

Traerlo, hacerlo vigente dando continuidad a una lucha que se inició hace ya más de 70 años  y que constituye una epopeya, una épica fundacional en la conciencia de una Argentina que aún hoy asombra a los estudiosos de los procesos sociales. 
La Justicia Social (originada en la Doctrina Social de la Iglesia) logró su cumbre en nuestro país y, en alguna medida, superando la evolución de la institución que la había lanzado como camino hacia la dignidad profunda de la condición humana.
Un pueblo alejado de los iluminados, de las elites ilustradas que pensaban por ellos, se hizo cargo de su propio destino siguiendo a un General que los entendió, porque era uno de ellos.

Siguieron años de lucha, incomprensión, dolor y muerte, pero pueblo fiel al fin, trajo de regreso a su Patria a su guía y le devolvió con creces su deuda, murió Presidente admirado, respetado y con su querido uniforme de soldado.
Nuevos calvarios y tristezas, pero la semilla era árbol duro, los trabajadores organizados eran los auténticos herederos, formados con cariño durante sus tres presidencias cada semana en la CGT, sus hijos queridos a quienes jamás cambió por instituciones fugaces.
El movimiento obrero organizado, unido y generoso es lo que debemos rescatar, modo único de seguir siendo pueblo fiel.

– Reformular el presente

Cabe reconocer que muchos entre quienes eligieron para sí el honor de servir a los demás, han sido objeto de tantas artimañas, mentiras y olvidos, que se cansaron y han renunciado, olvidado o desnaturalizado su originaria vocación. 
Vemos dirigentes eternizados en el poder, que son ramas de un árbol que solo da frutos para sí mismos. Perdieron definitivamente su rumbo. Son solo caricaturas, lastimosas vejeces.
También comenzamos a ver jóvenes, frutos de una voluntad que se quiere a sí misma, sin lazos con el pasado glorioso. En frívola ignorancia, creen que con ellos “comienza la historia”, así les enseñaron y así les convino aprender. Son "adanistas".
Cuestionan por boca de otros, es más fácil diferenciarse de los malos ejemplos repitiendo, que buscar raíces, formarse, cuestionarse, cuidar la unidad. Y hacen “carrerismo” en un lugar que solo es para dar lo mejor de cada uno. Esos serán los administradores del desencanto.
Parados en este lugar ¿Se agotaron los privilegios a derrumbar? ¿Llegó el fin de la historia sindical? ¿Alcanza ya con ser clasemedializados con un ingreso que permita acceder al consumo? Definitivamente NO. La dignificación del hombre sigue siendo la meta a través del trabajo, de una cultura del esfuerzo que templa a los pueblos, jamás mediante el acceso al consumo. ¿Qué hay que mejorar los ingresos? Sí, no hay un límite de acceso a la dignidad. No es opción el consumo a la cultura del esfuerzo, que hace sólidos a los pueblos y capaces de sobrevivir toda acechanza del destino.
Recuperando el pasado y reformulando el presente de éste modo, recién la mirada es capaz de abarcar nuevos horizontes.
Vemos que la anterior Justicia Social plasmadas ya en el derecho y en las conciencias de los trabajadores no alcanzan para una nueva realidad, inimaginable solo dos décadas atrás.
Aparecen en el escenario los nuevos pobres. Frutos evidentes de la cultura del descarte. Nuevos rostros sin nombres que ninguna estadística registra, hacinados en los arrabales de megaciudades, generan formas sociales tribales, a poca distancia de zonas que disponen de todos los frutos del progreso.
Ya ni se anotan en los registros que nominan e integran, solo en improvisadas listas de algún reparto; su dolor se hace rabia y el estado ya no llega a ellos y si, el crimen organizado. Sus cortas y frágiles vidas engrosan las cuentas de los mercaderes de la muerte, dan lo único que tiene a cambio de momentos de olvido; hasta eso les arrebatan: sus cortas y frágiles vidas.
¿Qué hacer? 
Algunos tendrán que sostener firmemente lo conseguido, sin tregua, ante flexibilizaciones, precarizaciones, congelamientos varios  que atemorizan y crean conformismos para volver atrás. Eso, con una mano, y la otra lista a marchar a las periferias existenciales. 
Otros deberán imaginar nuevos recipientes que contengan tanta injusticia y marginación: diseñarlos, predicar y conducirlos. También con una mano y con la otra buscando el auxilio de la mano hermana de las organizaciones consolidadas, que las busca y sostiene.
Esa es la hoja de ruta: Sostener lo propio y acompañando y protegiendo las nuevos partos de la Patria.
Compañeros: La mesa del amor a los demás está puesta, cada uno tiene el lugar que elija en el ágape.