Por Juan Godoy
Licenciado en Sociología (UBA).
Magister en Metodología de la Investigación (UNLa).
Docente universitario.
Introducción
“En grandes olas azules y encajes de espuma blanca, te va llegando el saludo permanente de la Patria. Ay, hermanita perdida. Hermanita, vuelve a casa”. (Atahualpa Yupanqui)
En los países que solo tienen una independencia formal, y una realidad dependiente, como sabemos, los mecanismos de colonización pedagógica son fundamentales para sostener, a partir de su invisibilización o justificación, esa situación. Esta colonización pedagógica se manifiesta en las cuestiones más diversas, pero hay algunas en que se apunta a que no existan prácticamente fisuras por su potencialidad en el surgimiento o fortalecimiento de la conciencia nacional, que es lo que la cultura dominante no quiere que aparezca. En este marco, consideramos que, después de la guerra de Malvinas (y aún antes), de la finalización aparece un proceso fuerte de desmalvinización que es fruto de la colonización pedagógica que cala tanto fuera de lo que podemos denominar como campo nacional y popular, lo cual aparece como absolutamente lógico, pero también lo hace dentro de dicho campo (sobre todo en el sector del progresismo), lo que llama la atención. La Causa Malvinas aparece en cierto sentido como un “hecho maldito” del progresismo. Asimismo podríamos considerar, y relacionados con nuestra temática también el anti-militarismo abstracto y las consideraciones en torno al sindicalismo.
Pensamos entonces que la desmalvinización va de la mano con el pensamiento colonial, y que una relectura desde la perspectiva del pensamiento nacional, desde su esquema de análisis nos lleva a una reivindicación más profunda y consecuente en torno a la cuestión. Esto último en tanto la Causa Malvinas es puntal donde se asienta y fortalece la conciencia nacional. Cuando se cristaliza en el sujeto individual y/o colectivo la lesión de la soberanía se vigoriza el sentir nacional y su defensa.
Malvinas cala profundo en el pueblo argentino, basta recorrer nuestro país y observar pintadas en las paredes, calcomanías en los más diversos objetos y espacios, actos solidarios en torno a la cuestión, tatuajes en todas sus formas, remeras, etc. Evidentemente sigue presente lo que supo ver con su profunda mirada sobre las “cosas de la patria” el gran José Hernández cuando afirmó que “los argentinos, especialmente, no han podido olvidar que se trata de una parte muy importante del territorio nacional, usurpado merced a circunstancias desfavorables, en una época indecisa, en que la nacionalidad luchaba aún con los escollos opuestos a su definitiva organización”. (Hernández, 2012: 10)
Nuestra intención aquí entonces es hacer una relectura en torno a la temática desde la matríz de pensamiento nacional-latinoamericano para poder avanzar en la ruptura de la colonización pedagógica, y más específicamente, contra la desmalvinización. A medida que vayamos avanzando en la temática veremos donde se asienta ese discurso, y cómo romperlo.
Breves apuntes históricos
“Amarillentos papeles te pintan con otra laya. Pero son veinte millones que te llamamos: hermana”. (Atahualpa Yupanqui)
La cuestión Malvinas no tiene tan solo treinta y cinco años, y tampoco solo se relaciona con la guerra. Sino que viene de varios años más atrás y hunde sus raíces en lo más profundo de la formación de la conciencia nacional en tanto se vincula a la lucha del pueblo argentino contra el imperialismo inglés. No es nuestra intención aquí hacer la historia de nuestras islas, pero sí realizar unas breves referencias para enmarcar y contextualizar mejor el tema. La descontextualización, o mejor dicho el obturar la relación de la cuestión con la historia, es una de las formas que encuentra la desmalvinización para hacer lugar a su discurso. Revisar la historia y dar cuenta que la Causa Malvinas es de larga data rompe con ese puntal donde se asienta la desmalvinización.
–Primera invasión, reconquista del pueblo y conciencia nacional
Tempranamente Inglaterra despierta el interés colonialista en nuestro territorio, pues la invasión Inglesa al Río de la Plata en 1806 y 1807 no es una simple aventura de piratas que los ingleses nos tienen acostumbrados, sino más bien un intento de colonización y de imposición del libre-comercio ligado, entre otras cuestiones, a la pérdida por parte de Gran Bretaña de las colonias del Norte. En este sentido Miguel Ángel Scenna afirma que “el único propósito del gobierno inglés, en 1806 y 1807, fue anexar el Río de la Plata a su imperio, y convertir la región en colonia británica”. (Scenna, 1974: 82) Recordemos que con los refuerzos de Whitelocke vienen para colonizar cantidad de familias, siete pastores y un obispo anglicano. Enmarcando la estrategia general Marcelo Gullo afirma que “durante la guerra contra napoleón, Gran Bretaña planificó un triple ataque a la América española: por el nordeste desembarcarían en Venezuela, por el sudeste en el Río de la Plata, y por el sudoeste en Chile”. (Gullo, 2013: 61)
Afortunadamente, tanto la primera parte de la invasión, como la segunda logran ser rechazadas por el pueblo criollo. La primera, comenzada el 25 de junio de 1806 a cargo de Beresford y Popham en las costas de Quilmes, obtiene el apoyo de la clase dominante (siempre lista para “venderse” al invasor), pero mientras las “familias distinguidas” hospedan y cubren de agasajos a los colonialistas, los criollos organizan la defensa “por lo bajo”, silenciosamente. Martín de Álzaga y Santiago de Liniers se hacen cargo de la organización que finalmente logra la reconquista de la Ciudad el 12 de agosto cuando la bandera pirata es arriada y Liniers cumpliendo su promesa entrega a la virgen del Rosario en la iglesia de Santo Domingo las banderas del regimiento 71º de Highlanders (cuyo comandante Denis Pack también cae preso de los patriotas).
Pero la invasión no termina allí porque rendido Beresford, Popham en el río comienza a preparar la segunda parte con los refuerzos de Achmuty, Craufurd y Whitelocke (que es finalmente quien comanda la operación). Esta parte de la invasión, mucho más poderosa (unos doce mil hombres), se inicia a mediados de 1807, y la épica defensa del pueblo lleva a los británicos a la capitulación el 7 de julio. La gesta heroica del pueblo le cuesta la sangre a cerca de dos mil compatriotas (cinco veces más que en la primera reconquista), es el 4% de la población. Salvador Ferla asevera que “el pueblo no sabía quién era Adam Smith, pero sí conocía a Morgan, Drake y Cavendish. Buenos Aires peleó por orgullo, por amor propio”. (Ferla, 2007: 49) El nombre de los ingleses estaba estrechamente ligado en la conciencia popular a la piratería, así permanece hasta nuestros días.
La invasión no influye como pretenden algunos historiadores liberales pro-británicos en que los invasores en esos días traen el “ideal de libertad” contra España, ¡de qué libertad hablan si estaban mostrando la más cruda cara del colonialismo!, pero como sabemos a muchos les cuesta decir que los británicos son colonialistas, ¡ay, la colonización pedagógica! Lo que sí consideramos más bien es que “la acción que, sin proponérselo, tuvieron las invasiones inglesas, fue provocar una poderosa sensación de autosuficiencia, una orgullosa conciencia de las propias capacidades y, por supuesto, una sólida afirmación de la personalidad política rioplatense”. (Scenna, 1974: 116) Aumentar, podríamos decir, la conciencia nacional al oponerse a la opresión extranjera directa.
Esa conciencia no se expresa solamente en el Río de la Plata, sino que aparece en toda Nuestra América. Se cristaliza en las manifestaciones de solidaridad de los pueblos, lo cual se repite en la guerra del 82. En la invasión 1806-1807 llegan de los pueblos hermanos, pólvora, armas, y otros recursos, “se olvida comúnmente que, en 1806 y 1807, el invasor inglés fue expulsado del Río de la Plata no sólo por porteños sino también por paraguayos, orientales, peruanos y altoperuanos”. (Gullo, 2013: 67) El triunfo sobre el invasor se festeja en toda la Patria Grande. Hasta México llega la algarabía popular. Así en nuestros países se dan multitudinarias manifestaciones, grandes misas, fiestas, etc. La conciencia nacional más bien comienza a ser nacional-latinoamericana. Los pueblos entienden que su suerte y destino está en la unidad, lo que se desarrolla como proyecto político (y termina fracasando), en el periodo de nuestra emancipación.
En las invasiones inglesas también se conforman milicias populares que van a dar nacimiento al Cuerpo de Patricios (cuya primera jefatura es de Cornelio Saavedra). Es este marco Jorge Abelardo Ramos señala que “el pueblo criollo en armas se improvisa en Ejército para combatir la invasión británica. Así nace el Ejército argentino; y la palabra “argentino” se creará por esa misma razón (…) La milicia se hará Ejército y el nativo se hará argentino al nacer ambos para la historia en lucha con Inglaterra”. (Ramos, 1968: 15-16) Como se observa viene de muy lejos la historia de la lucha de nuestro pueblo contra el imperialismo británico, incuso como vemos es anterior al periodo de la emancipación y más aún al de la revolución democrática del 10.
– Los “hilos invisibles” de la dominación
No obstante estos intentos de colonización directa (como también lo será –lamentablemente en forma exitosa para los ingleses- Malvinas), lo que toma fuerza en los mismos días de la invasión al Plata es el famoso memorial que el Ministro Robert Stewart, vizconde de Castlereaght, eleva al Gabinete el 1º de mayo de 1807. Ahí se establece otra política de dominación (en tanto considera que la militar es muy onerosa), que es la que se adopta mayormente en Sudamérica, la colonización indirecta. Por eso Scalabrini Ortíz afirma que “más influencia y territorios conquistó Inglaterra con su diplomacia que con sus tropas o sus flotas. Nosotros mismos, argentinos, somos un ejemplo irrefutable y doloroso. Supimos rechazar sus regimientos invasores, pero no supimos resistir la penetración económica y a su disgregación diplomática”. (Scalabrini Ortíz, 2001: 43)
Buscar la dominación por la diplomacia, la corrupción, el peculado, etc., y a partir de estas herramientas lo fundamental: la penetración económica conjuntamente con la cultural. Así, Gran Bretaña va a cumplir en el proceso de emancipación de nuestros países, un doble papel: por un lado presta apoyo de diversas formas a los movimientos revolucionarios, pero por otro va a intentar fundamentalmente dos cosas, una no permitir que se genere la unidad posteriormente a la emancipación, balcanizando el continente, y la segunda, procura imponer a esas “nuevas naciones” el librecomercio, el “primitivismo agropecuario”, y la dependencia.
– Otra intervención y resistencia nacional
En 1845 Inglaterra, esta vez conjuntamente con Francia (y también con aliados internos claro), vuelve a intervenir directamente en el territorio nacional. El objetivo esta vez abrir la libre navegación de los ríos[1] y segregar la Mesopotamia (dominando los interventores Uruguay y el Paraná, no les sería muy dificultoso disgregar la Confederación), creando un nuevo estado tapón. (Trías, 1975) Al momento de la intervención armada Rosas, estableciendo una fuerte, decidida e inteligente defensa de la soberanía nacional, rompe relaciones con ambos países, al tiempo que suspende el pago del empréstito[2], medida que hubiese sido absolutamente lógica tomarla en la guerra del 82, claro si la conducción de la misma hubiese sido como la de Rosas.
Los ingleses y franceses quieren avanzar por el río Paraná, procurando imponer el “derecho” de ser naciones fuertes. Estallan entonces las batallas de Obligado y Quebracho. En éstas, a pesar de la desproporción de fuerzas, los criollos resisten férreamente, con el ingenio de cruzar en un recodo del Paraná (la Vuelta de Obligado), unas embarcaciones con cadenas, la construcción de cuatro baterías, la utilización de cañones grandes y pequeños, algunos del tiempo de la lucha por la emancipación, en fin, ¡esas armas que habían servido para logra la emancipación política, ahora se usan para evitar la dominación económica! Son poco más de dos mil criollos los que luchan contra la intervención anglo-francesa (250 mueren defendiendo la soberanía nacional, y otros 400 son heridos). Lucio Mansilla los arenga: “¡Miradlos! ¡Allá los tenéis! Considerad el insulto que hacen a nuestra patria al navegar, sin más título que la fuerza, las aguas de un río que corre por el territorio de nuestro país. ¡Pero no lo conseguirán impunemente! ¡Tremola en el Paraná el pabellón azul y blanco y debemos morir todos antes que verlo bajar de donde flamea!”. (Mansilla, cit. en Rosa, 1967 46)
Así, no dejan que los gringos se la lleven de arriba, logando algo fundamental que es, a pesar de la derrota militar, llevar la expedición al fracaso en sus objetivos y como misión comercial[3]. Por eso José María Rosa afirma que fundamentalmente se da la batalla “para mostrarle a los gringos que en esta tierra nadie se asusta de los Peysar y los Paichans”. (Ibídem: 44) Más tarde, se obtiene la victoria diplomática, pues con los tratados Arana-Southern (1849) y Arana-Lepredour (1850), se establece la exclusiva navegación nacional de los ríos interiores, y el desagravio del pabellón nacional con 21 cañonazos. (Rosa, 1979)
El mismo historiador considera que la batalla de obligado es una de las más heroicas de toda nuestra historia, “tan heroica, tan argentina, tan nacionalista, que la historia de la academia (que tiene más de catorce tomos de pavadas) sólo la recuerda con dos líneas de circunstancias y equivoca la fecha. Otra cosa sería si en vez de una batalla por la soberanía hubiese sido un tratado para entregarla, o un empréstito que nos hipotecaba al de afuera”. (Rosa, 1967: 46) Valen estas líneas del historiador argentino para pensar a Malvinas en general, más aún la guerra del 82 en particular y la desmalvinización. Cuánto de lo mismo hay en estos “olvidos” y tergiversaciones, se recuerdan más las entregas y a los entregadores (y mayormente desde la reivindicación), que a los patriotas.
Nuestro país luego del proceso de emancipación se va convirtiendo en una semi-colonia de Inglaterra. Más aún, se suele decir que a una derrota le sigue otra mayor, así a Caseros le siguió Pavón y el mitrismo que tiende las bases de la Argentina como semi-colonia británica. Así se va profundizando esa realidad dependiente y llegamos a la década infame y observamos ya que toda la estructura económica le pertenece al país imperialista. Esta situación es la que viene a romper el peronismo a partir del desarrollo de una revolución nacional que nacionaliza la economía, desarrolla la industria y establece las bases de la Argentina soberana[4]. Luego del golpe de estado del 55, la oligarquía procura volver a “acomodar” la situación avanzando en la sumisión neocolonial de la Argentina al imperialismo norteamericano y británico. Vale recordar la frase de Winston Churchill al conocer el golpe de estado del 55: “el derrocamiento de Perón es un hecho tan importante como la derrota de Alemania en la Segunda Guerra Mundial”. (Churchill. Cit. en Labaké, 2016: 210)
Nos interesa rescatar, muy brevemente, tres conocidas patriadas en relación a las islas y a nuestra reivindicación de la soberanía. La primera refiere al vuelo realizado por Manuel Fitzgerald a Malvinas en 1964, una vez que aterriza en las mismas despliega la bandera patria y entrega un documento donde se reivindican los derechos argentinos sobre las islas. A su vuelta al Continente es recibido con júbilo y “paseado” por las calles de Buenos Aires. El mismo piloto vuelve a hacer un vuelo cuatro años más tarde, esta vez con el apoyo del diario Crónica. Más conocido se hizo el conocido como Operativo Cóndor del 28 de septiembre de 1966 donde dieciocho jóvenes peronistas conducidos por Dardo Cabo “secuestran” un vuelo de Aerolíneas Argentina que se dirigía a Río Gallegos y lo ponen rumbo a Malvinas. Al descender despliegan siete banderas argentinas, bautizan el aeropuerto como Rivero y reafirman la soberanía sobre nuestro territorio. Había una intención de hacer una acción armada sobre la casa del gobernador, que al final no se logra realizar ya que por el fuerte viento no llegan a aterrizar cerca, ni de cara a la casa del mismo. Luego de una misa oficiada por un sacerdote de las islas y de cantar el himno nacional ese día y al otro con el izamiento de la bandera nacional, son detenidos y remitidos a Continente. (Manson, 2010; Entrevista Juan Natalizio a Ricardo Ahe, 2017)
– Breve crónica de un crimen: la usurpación
“Malvinas, tierra cautiva, de un rubio tiempo pirata. Patagonia te suspira”. (Atahualpa Yupanqui)
Resulta probable que antes de las expediciones de los europeos hayan llegado a las islas pobladores yámanas (restos hallados en las islas lo avalan), sin embargo, a la llegada de los europeos no había una población permanente en las mismas. Durante el siglo XVI la Corona española recorría el Atlántico Sur, así en 1520 Estevao Gomes[5], que integraba la expedición de Magallanes, descubre la islas y las bautiza como Sansón (el mapa más antiguo donde figuran es de ese año). Otros indicios sostienen que anteriormente Américo Vespucio habría llegado a las islas. Muchos años después, hacia 1690 John Strong en una expedición británica con la nave “Welfare”, hace pie en las islas y las llama Falkland Sound. En 1764 el francés Bougainville bautiza a las islas como Malouines (de ahí Malvinas), y ocupa dicho territorio (se asienta en lo que será Puerto de la Soledad). España protesta y finalmente el francés se retira en 1767 (reconociendo la soberanía española).
Luego del avistaje de Bougainville se produce el que realiza Byron en 1765 asentándose el mismo en el Islote de Saunders (de la Gran Malvina o Malvina Occidental), esta ocupación estuvo a punto de llevar a una guerra entre ambos países en tanto la primera no acepta la protesta de la segunda, finalmente se acuerda (1790), y Gran Bretaña se compromete a no establecerse en el territorio Hispanoamericano. Es importante destacar que estas incursiones británicas, francesas, y también por parte de Holanda eran secretas y que una vez descubiertas España protestaba diplomáticamente[6]. Asimismo, resulta relevante señalar que entre 1767 (primera vez que España se instala oficialmente en las islas con el nombramiento del Gobernador Ruiz Puente), y 1810, las autoridades de Buenos Aires (capital del Virreinato) nombran 28 gobernadores, ratificados por el Rey de España. (AA. VV., Malvinas: 2011) (Muñoz Azpiri, 1966)
Nuestro país hereda legítimamente el territorio de las Malvinas de España como parte de la integridad territorial luego de la Revolución de Mayo (y de la posterior independencia), “en virtud del principio de derecho internacional universalmente aceptado entonces y ahora, del uti possidetis, el archipiélago pasó a depender de la Junta de Buenos Aires”. (Muñoz Azpiri, 1966: 88) En agosto de 1810 la Junta de Gobierno Patrio decreta el envío de determinados individuos a la “Patagonia y Malvinas”. (Garro, Rep. en ibídem. T III) En 1811 España retira sus autoridades. Es así que en 1820 David Jewett a bordo de “La Heroína” toma posesión de las islas en nombre de las Provincias Unidas del Río de la Plata. El 6 de noviembre iza por primera vez la bandera nacional en nuestras islas cumpliendo órdenes de Sarratea. A lo largo de la década del 20 los diferentes gobiernos de Buenos Aires designan gobernadores en las islas que dictan leyes sobre la pesca, otorgan concesiones territoriales, sobre el comercio de cueros carnes, etc. En fin, gobiernan un territorio propio. Incluso en 1823 el Ministro británico Canning designa como Cónsul de Buenos Aires a Woodbine Parish, y en 1825 Gran Bretaña reconoce la independencia Argentina, en ninguno de los dos casos hace alguna referencia a las islas. (Caillet Bois. Rep. Muñoz Azpiri, 1966. T III)
PARA CONTINUAR LEYENDO HACER CLICK