El jefe de gobierno porteño y precandidato a presidente, Mauricio Macri, se quejó del “despilfarro” de las empresas tecnológicas y aseguró que “nunca vi un gobierno que malgaste tanto los recursos. Hacen empresas tecnológicas que no hacen falta, se generan empresas satelitales que no funcionan.”
Las respuestas a este visionario estratega del desarrollo no tardaron en llegar: desde el titular de la cartera de planificación, Julio De Vido, hasta el titular del INVAP, Héctor Otegui, pasando por el secretario de Comunicaciones, científicos, tecnólogos y referentes políticos del oficialismo y la oposición salieron a repudiar los dichos de Macri.
El episodio, anecdótico en cierto sentido pero muy preocupante en el hipotético escenario de que el ingeniero y político gane las elecciones presidenciales de 2015, da lugar a un necesario balance de los logros alcanzados en la política satelital
AVANCES. La industria argentina de satélites creció exponencialmente durante los tres gobiernos kirchneristas. De los olvidables ’90 en materia de ciencia y técnica, cuando Cavallo mandó “a lavar los platos” a investigadores y científicos, a la actualidad, hay mucho para resaltar. En primer lugar, la decisión estratégica y para nada menor de tener una política satelital argentina. Los países industrializados del Primer Mundo invierten en ciencia y tecnología, y en ese marco, en satélites.
El ex presidente Néstor Kirchner decidió crear Ar-Sat con el fin de mantener las posiciones orbitales asignadas a la Argentina. Para avanzar en la construcción de los satélites Arsat-1 y Arsat-2, la empresa estatal ARSAT, dependiente del Ministerio de Planificación, sumó como contratista a la rionegrina INVAP, responsable del gerenciamiento de esos proyectos, el desarrollo completo de la ingeniería en todas sus fases, la fabricación, integración y ensayos, el aseguramiento de la calidad, la puesta en órbita así como la operación en las primeras órbitas de los satélites.
El primero de los satélites fue terminado en 2013 y comenzará a operar a partir del mes de octubre próximo, mientras que el Arsat-2 lo hará a partir de 2015. Ambos tendrán una vida útil de 15 años y brindarán servicios de televisión digital, telefonía y datos en todo el territorio argentino y latinoamericano. El proyectado Arsat-3, por su parte, permitirá mejorar la conexión de Internet en todo el país con la incorporación de nuevas bandas.
La política satelital argentina se aplica a satélites de observación de la tierra diseñados por la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) que permiten observar el extenso territorio argentino y brindar información para los sectores productivos. La CONAE está construyendo, también a través del INVAP, el Satélite SAOCOM 1A de Observación Terrestre en el marco del Plan Nacional Espacial.
NÚMEROS. La inversión del Estado argentino en satélites geoestacionarios es de $ 8824 millones de pesos y hace posible que nuestro país integre un reducido número de naciones en condiciones de producirlos, y permite la soberanía e independencia satelital, al no tener que alquilarlos y realizar pruebas fuera la Argentina que ahora se hacen en Bariloche, en el Centro de Ensayos de Alta Tecnología (CEATSA, una empresa constituida en septiembre de 2010 por ARSAT S.A. e INVAP S.E.)
El lanzamiento de la industria satelital puso en marcha la carrera de ingeniería en telecomunicaciones que dicta el Instituto Balseiro y promovió la coordinación de un plan de carreras y posgrados en todo el país. En materia de generación de empleo, sólo un ejemplo basta para dar cuenta del impacto. En 2003, el total de trabajadores del INVAP era 330, hoy supera los 1100 trabajadores. En 2003, la facturación era de 30 millones de USD al año y ahora factura más de 200 millones de USD al año. Esto se explica, además, por las exportaciones de satélites al resto de los países de la región.
En la inauguración del CEATSA y ya finalizada la fabricación del Arsat-1, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner señaló la falta de difusión en los medios hegemónicos de estos logros.
Por María José Castells
Fuente: Trabajo y Economía – Tiempo Argentino