Las difíciles circunstancias que está viviendo el mundo entero, producto del Covid-19, harán que por primera vez no se pueda realizar la histórica marcha a Plaza de Mayo.
Por Secretaría de DD.HH. SADOP
Una vez más, desde el SADOP conmemoramos y rendimos homenaje a los 30.000 compañeras y compañeros desaparecidos durante la última dictadura cívico militar, reafirmamos nuestro compromiso de continuar construyendo Memoria, Verdad y Justicia y asumimos la tarea de contribuir como trabajadores y trabajadoras de la educación a transformar la realidad hacia un país más inclusivo, más solidario y fundamentalmente más justo.
Lamentablemente, este 24 de marzo, las difíciles circunstancias que estamos viviendo en nuestro país y en el mundo entero, producto de la irrupción abrupta y arrolladora de este enemigo invisible y despiadado que se llama Covid-19, harán que por primera vez no se pueda realizar la histórica marcha a Plaza de Mayo.
La situación sanitaria y epidemiológica que está causando zozobra en diversos países del mundo, la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud y las características de un virus peligroso y dueño de una agresiva forma de transmisión entre la población, llevaron a nuestro Gobierno Nacional, con el aval y consenso de toda la clase política, a adoptar medidas drásticas para evitar su propagación descontrolada y así causar un daño mayor entre los grupos potencialmente más vulnerables al Covid-19.
Este escenario, completamente inédito y excepcional, nos atraviesa en un momento en que la Patria comenzaba una vez más un proceso de reconstrucción, luego de un ciclo de hegemonía neoliberal, caracterizado por el desguace de áreas sensibles del Estado, por la precarización, el ajuste y la pérdida de derechos para la clase trabajadora y para aquellos sectores que social y económicamente más necesitan del diseño e implementación de políticas públicas que los contemplen, contengan, incluyan y fomenten su desarrollo humano.
La aparición en nuestra cotidianeidad del Covid-19, sumado a las medidas de prevención adoptadas por el Gobierno, impiden la realización de lo que sin dudas iba a ser un acto multitudinario para recordar el 44 aniversario del golpe cívico militar, pero en un contexto de recuperación de centralidad de los Derechos Humanos como política de Estado. Como expresamos ya en otra oportunidad, “los Derechos Humanos vuelven a la Casa Rosada”.
No obstante, pese a no poder concretar este encuentro en nuestras calles y plazas, la lucha y el ejemplo constante de nuestras Madres, Abuelas, Hijos y Familiares de compañeros y Compañeras desaparecidos, así como el recuerdo de tantas marchas a lo largo de este inmenso e intenso recorrido por Memoria, Verdad y Justicia, han logrado sembrar en la sociedad argentina una huella trascendente e inalterable, de modo tal que, con plena seguridad podemos afirmar que el aislamiento físico no ha de significar hoy la amnesia del pueblo.
Cuando pensamos y evocamos lo que fue la lucha de las y los 30.000 que hoy nos faltan, cuando vemos sus fotos, cuando les nombramos, cuando buceamos en sus historias de vida, cuando escuchamos anécdotas que nos acercan más a quienes fueron en realidad, cuando a través de la construcción de la memoria los hacemos presente, nos encontramos con el más vívido y auténtico testimonio de aquellos hombres y mujeres que entregaron sus vidas persiguiendo sueños, cazando utopías y trabajando por la construcción de un mundo mejor.
Hoy, más de 40 años después de aquella épica, el mundo entero se convulsiona ante una crisis mundial de proporciones y alcance desconocido. Una pandemia que amenaza la vida, pero también golpea en los mercados, en las bolsas, en las industrias, en los sistemas sanitarios y educativos, en la organización del trabajo, en las capacidades y fortalezas estatales para brindar respuestas que incluyan a toda la sociedad y también en los cimientos de nuestras comunidades que, como ante toda situación de gravedad extrema, serán sometidas a durísimas pruebas.
Nadie aún puede saber o determinar durante cuánto tiempo nos acompañará esta emergencia. Sin embargo, lo que como trabajadores de la educación y la cultura podemos y debemos comenzar a pensar y considerar colectivamente, es que el mundo no volverá a ser el mismo luego de la crisis del Coronavirus.
Y en ese marco, es imposible no reflexionar que nuestros 30.000 querían un mundo diferente, que lucharon por una sociedad mejor, por un Estado que centrara su mirada en el pueblo trabajador, que pusiera el acento en el pueblo humilde. Que anhelaron una Argentina donde el acceso a la salud, a la educación, a la cultura, al trabajo, a la vivienda, al bienestar y el desarrollo, no fueran el privilegio de unos pocos, sino un derecho de todos y todas.
Y esas mismas preocupaciones, son las que nos acompañan como clase trabajadora. Por eso en el amanecer de este año, cuando comenzamos a reunirnos pensando en la conmemoración de este nuevo 24 de marzo y en los aportes que podíamos hacer desde nuestra perspectiva de trabajadores y trabajadoras, en nuestros espacios intersindicales surgió claramente la coyuntura política económica de nuestro país y la situación del endeudamiento externo como factor condicionante para la implementación de políticas públicas que mejoren sustantivamente la calidad de vida del pueblo argentino, fuertemente menoscabada por las políticas de ajuste del neoliberal gobierno de Mauricio Macri.
El diez de diciembre de 2019, la misma fecha en que recordamos el Día Internacional de los Derechos Humanos, fue también el día en que el Gobierno de Alberto Fernández asumió los destinos de nuestra Patria, señalando dos objetivos elementales, atender a la pobreza y el hambre más urgente y comenzar un proceso de renegociación de deuda, para evitar la asfixia que significa volcar el trabajo y esfuerzo de las y los argentinos, al pago de los servicios de la deuda externa y de este modo volver a colocar al país en la senda del crecimiento y el desarrollo productivo.
A esta situación ya de por sí compleja, se suma de manera imprevista y veloz, la crisis del Covid-19 y la alteración del curso habitual de la estructura económica de la Argentina, con las consecuencias que ello puede implicar en un momento tan delicado. Sabemos que, una vez más, se avecinan tiempos complejos para el pueblo argentino. Por eso este año, el 24 de marzo nos pone ante una circunstancia diferente y dentro de este escenario de profunda preocupación e incertidumbre social, proponemos evocar la senda que nos marcaron nuestros 30.000 y el ejemplo de templanza, perseverancia y resistencia de nuestras Madres y Abuelas.
Como trabajadores y trabajadoras de la educación, estamos convocados a un rol histórico que es el ser protagonistas de la construcción de una nueva Argentina, basada en valores diferentes a los que proclama el capitalismo y sus discursos meritócratas e individualistas, discursos que denostan el rol del Estado y que demonizan a las organizaciones libres del pueblo, dado que significan para los grupos concentrados del poder económico y financiero, espacios de resistencia y lucha contrarios a sus intereses.
Estamos convencidos que no hay mejor homenaje a la lucha de nuestros compañeras y compañeros asesinados y desaparecidos, que no hay compromiso mayor con la edificación de la sociedad más justa por la que dieron su vida, que resignificar sus banderas y levantarlas en este presente que nos exige no ser indiferentes y jugarnos por la Argentina que soñaron y que deseamos…
Y aunque no marchemos este 24, como integrantes de la clase trabajadora, expresamos enfáticamente que no dejaremos de ser custodios de la Memoria, ni de exigir la Verdad, ni de reclamar Justicia para que no vuelva a ocurrir Nunca Más un genocidio en la Argentina. Nos duelen los 30.000 compañeros y compañeras desaparecidos, pero también nos duele y nos urge encontrar a los cientos de nietos y nietas que todavía no han restituido su identidad. Es una tarea a continuar, la de conocer sus militancias, sus historias y sus trabajos como un hilo conductor de nuestro pasado y nuestro presente, para contribuir a la construcción de un país donde se pueda alcanzar la igualdad y la equidad con justicia social y soberanía económica.
Como trabajadores y trabajadoras, nos sentimos herederos y depositarios de esa tradición de lucha y compromiso por y para el Pueblo y la Patria, y como tales reafirmamos nuestro compromiso con la Memoria, en pos de la concreción de un futuro que sea con todos y todas.
AHORA Y SIEMPRE, LXS 30.000 VIVEN EN LA LUCHA DE LA CLASE TRABAJADORA.