Cuando hablamos de inclusión, hablamos de un proceso en donde la legislación y las políticas públicas son necesarias pero no suficientes, también es necesario un cambio en el modelo de profesor y un giro en su formación.
La inclusión habla del derecho y la obligación social de construir comunidades para todos, que permitan valorar la diferencia, basada en el reconocimiento básico de la igualdad.
Pretende cambiar la educación en general, formando parte de una política escolar de igualdad de oportunidades para todos, donde los valores inclusivos deberían educar a los alumnos como una generación de ciudadanos comprometidos socialmente en la lucha contra la exclusión.
Una de las clasificaciones de modelos de profesor más conocidas es la que propone el autor Zeichner(1983) en el libro “Educación en la Escuela Inclusiva”, el modelo de docente reflexivo (crítico u orientado a la indagación),este modelo hace del docente un indagador reflexivo y autónomo, un innovador, un investigador activo en el aula, un observador participante.
En el caso de la educación especial, según estos autores, la tendencia actual también es la de este modelo reflexivo, donde queda plasmado el accionar de un docente que se compromete con su realidad áulica.
Y si hablamos de un docente reflexivo dentro de una escuela inclusiva como muchas veces creemos que somos y estamos, sería bueno identificar cuáles son las barreras de acceso, permanencia, aprendizaje y participación para el éxito o fracaso del proceso inclusivo.
Como indican Stainback y Jackson (1999:26) “las aulas inclusivas parten de la filosofía de que todos los niños pertenecen al grupo y todos pueden aprender en la vida normal de la escuela y de la comunidad. Se valora la diversidad, se cree que la diversidad refuerza la clase y ofrece mayores oportunidades de aprendizaje a todos sus miembros”.
Además de la modificación de la organización de la escuela implica un cambio en la ética de la escuela, un compromiso en los docentes y no solo aceptación de las diferencias sino también de la valoración.
Los cambios sociales de estas últimas décadas han llevado a ajustes necesarios en el desempeño laboral de todos los profesionales.
Cuando hablamos de cambio hablamos de innovación, de intervención, de involucrarse.
Digo entonces, si no estamos convencidos de lo que este autor refiere, difícilmente podamos hacer valer la legislación vigente.
Creo entonces que, dentro de la agenda de las políticas públicas, no debe quedar de lado, mejorar la imagen de la docencia, los salarios y las condiciones de trabajo.
En primera medida lograr que los docentes visibilicen las condiciones de trabajo no apropiadas para una mejor calidad de vida (reuniones fuera del horario escolar, superposición de tarea, entre otras)
Los indicadores más importantes con los que se pueden identificar los cambios educativos según Estevez y García Carrasco (1992) son:
-Ruptura del consenso social sobre educación: estamos inmersos en una sociedad pluralista en la que se defienden distintos modelos de educación, a veces contrapuestos. Una sociedad abierta que acepta la diversidad y esto implica diversidad del currículo.
-Aumento de las contradicciones en el ejercicio de la docencia. Han aumentado las contradicciones del profesorado en el ejercicio de la función docente.
-Cambio de expectativas de la sociedad respecto del sistema educativo.
-Modificación del apoyo de la sociedad al sistema educativo. El sistema educativo no ha satisfecho las expectativas de los padres respecto del futuro de sus hijos.
-Descenso en la valoración social del profesorado.
-Aumento de las exigencias sobre el profesorado e inadecuación de su formación laboral.
Además se concibe a la diversidad como una exigencia más para el trabajo docente.
Esta multiplicidad de roles se ha visto como una de las fuentes de la sobrecarga de responsabilidades y tarea del profesor que afectan a la insatisfacción docente (Pérez Pérez, 1998), y es muy común escuchar aún la frase ¿y entonces cuándo enseño?
Muchos son los factores que impiden aun la aceptación y valoración de la diversidad, y varias las causas del fracaso de la inclusión como tal, escasez de recursos, rigidez de la enseñanza, falta de pertinencia de los currículos, formación docente, falta de trabajo en equipo, actitudes discriminatorias, por nombrar algunos, será nuestro tarea como docentes, agentes multiplicadores, de detectar esos factores y accionar modificando esa realidad, en la que aún falta por hacer, pero valorando los logros alcanzado en esta década.
El progreso de los sujetos de aprendizajes no depende solo de sus características personales sino del tipo de oportunidades y apoyo que podamos brindarles.
Prof. Sandra Ferrero
Asesora en Educación Especial
SADOP