Judith Butler, filósofa y activista nos invita a preguntarnos: ¿habitan los seres excluidos el mundo social compartido? , ¿qué pasa cuando nos damos cuenta de que los excluidos han estado siempre frente a nosotros, aportando a la construcción del mundo habitable al ser negados, y por ende, reducidos al mundo inhabitado?
Me permito llevar esta concepción de la autora al aula, ¿por qué no habitan las aulas los estudiantes con diversidad funcional, tal como lo definía Javier Romañach en el sentido que todos tenemos diferentes maneras de funcionar?
Considera también que la vida humana es una vida en convivencia. El problema es que, para algunas Instituciones la CONVIVENCIA hace que esa vida sea inviable.
Y por ser inviable es que a 16 años de la aprobación de la “Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad “donde Argentina como Estado Parte se compromete a cumplir con los derechos allí plasmados, seguimos con un alto nivel de estudiantes con discapacidad, segregados del Sistema Educativo. Así lo confirma Silvia Bersanelli , docente, activista de los derechos de las personas con discapacidad “el 51% de los estudiantes en Argentina continúan segregados”.
Es preocupante el alto porcentaje de estudiantes que transitan su escolaridad, aún en la escuela de modalidad especial, sin dudas, que, como docentes, tenemos el compromiso de replantearnos que prácticas educativas debemos revisar para igualar en oportunidades y derechos a cada estudiante y transformar nuestras escuelas en espacios HABITADOS por todas y todos.
Es importante recordar, además, el objetivo N° 4 para el desarrollo sostenible de la Agenda 2030 donde se afirma que la Inclusión es un compromiso internacional, compromiso que aún está lejos de ser concretado.
La falta de expectativas desde las escuelas de modalidad especial y de las de Nivel al sostener que estudiantes con discapacidad no tiene derecho o no pueden transcurrir en la escuela de nivel conviviendo con sus pares es otra barrera naturalizada que urge no solo detectar sino eliminar.
Estar convencidos de que lo que venimos haciendo está bien, sin permitirnos siquiera dudarlo, y responsabilizando al estudiante que no aprende porque no puede , es otra de las prácticas que no hacen mas que transformar el aula o la escuela en espacios de segregación, donde no cabe dudas que es ese el espacio, el lugar y el momento donde se reconozcan y valore a cada sujeto como ser único, capaz de aportar con su esencia.
Es nuestro compromiso ético y político después de haber vivido estos años pandemia y donde quedaron al descubierto las desigualdades sociales y expuestos los más vulnerados.
Estemos atentos, expectantes, alertas, que ningún estudiante lleve gravado en su recuerdo la triste experiencia de haber transitado su escolaridad, entorpecida por experiencias negativas concebidas dentro de un sistema educativo que renace después de la Pandemia, dónde transitamos estos años de reflexión y nos dio la oportunidad de transformar y transformarnos como actores justos, perceptibles, presentes.
Por Prof. Sandra Ferrero
Docente de Apoyo a la inclusión
Militante de los derechos de las personas con discapacidad