Por Rafael Guirado
Secretario de Relaciones Internacionales
SADOP-CDN
Frente a la Cumbre del G20 que tendrá lugar los días 30 de noviembre y 1 de diciembre 2018, es conveniente saber de qué se trata, de forma que nos permita estar atentos a que nos enfrentamos y cuáles son las consecuencias para nuestro país y para la región. Ya estamos frente a una verdadera encrucijada con la concreción del Acuerdo Comercial entre MERCOSUR- Unión Europea, el cual a ojos vista de cualquiera resultaría peor que el ALCA, por el exceso de asimetrías entre ambos bloques y por el proteccionismo extremo de la Unión Europea, respecto a la contraparte.
Por todo esto nos parece adecuado abordar este tema, a la luz de “la vuelta al mundo” (de la especulación financiera y la desindustrialización) que el neoliberalismo criollo intenta mediáticamente entronizar en nuestras mentes. Y la forma que nos pareció más rápida, concreta y didáctica es a través de preguntas y respuestas. Preguntas que todos y cada uno de nosotros nos hacemos y respuestas que, generalmente obtenemos, con un alto componente economicista y mediático. Intentamos así abordar conceptos que son inicialmente sencillos de comprender y que nos sirven justamente para poder hacer docencia en estos temas.
Por supuesto que podrían ser muchas más las preguntas que nos vayan surgiendo en la medida que vamos abordando las respuestas –de hecho nos pasó-, pero nos interesa despertar la curiosidad mediante estos disparadores. Vamos así al desarrollo del trabajo.
1.- ¿Qué es el G-20?
Es un foro integrado por los 20 países más ricos del mundo, que representan el 85% de la economía mundial. El foro es un espacio de cooperación y consultas entre los países en temas relacionados con el sistema financiero internacional. Además estudia, revisa y promueve discusiones sobre temas relacionados con los países industrializados y las economías emergentes.
Su última reunión se realizó en Hamburgo (Alemania), los días 7 y 8 de julio pasado en con el objetivo de debatir temas como el terrorismo, el crecimiento económico, el comercio, el desarrollo sostenible, el clima y la energía.
El G-20 se concibió en Washington el 25 de septiembre de 1999 como una respuesta a la crisis financiera de fines de los años 90. Su primera reunión se realizó el 15 y 16 de diciembre de ese año en Berlín, Alemania. Luego de la crisis financiera mundial en 2008, el G20 cambio de formato e incluyó no solo la participación de los jefes de Estados y de Gobierno, sino también de representantes de las Naciones Unidas, del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial y del Foro de Estabilidad Financiera.
Es un foro de 19 países, más la Unión Europea, donde se reúnen regularmente, desde 1999, jefes de Estado (o Gobierno), gobernadores de bancos centrales y ministros de finanzas. Está constituido por siete de los países más industrializados —Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón y Reino Unido— (G-7), más Rusia (G-8), más once países recientemente industrializados de todas las regiones del mundo, y la Unión Europea como bloque económico. Además, cada año participan como invitados España, el país que ocupe la presidencia de la ASEAN, dos países africanos (el que preside la Unión Africana y un representante de la Nueva Alianza para el Desarrollo de África) y un país (a veces más de uno) invitado por la presidencia, por lo general de su propia región.
Es un foro de cooperación y consultas entre los países en temas relacionados con el sistema financiero internacional. Estudia, revisa y promueve discusiones sobre temas relacionados con los países industrializados y las economías emergentes, con el objetivo de mantener la estabilidad financiera internacional, y de encargarse de temas que estén más allá del ámbito de acción de otras organizaciones de menor jerarquía.
Desde 2009, el G20 ha desplazado al G-8 y al G8+5 como foro de discusión de la economía mundial.
El Grupo de los veinte (G20) de Ministros de finanzas y Gobernadores de bancos centrales se estableció en 1999, para reunir a las economías industrializadas y en desarrollo más relevantes y debatir cuestiones clave en la economía mundial. La conferencia inaugural del G20 se llevó a cabo en Berlín, del 15 al 16 de diciembre de 1999, organizada por los ministros de finanzas de Alemania y Canadá.
La Cumbre de Washington celebrada el 15 de noviembre de 2008 en la capital estadounidense, es considerada como una de las reuniones más importantes del G20, ya que trató de la reforma del sistema financiero mundial. Fue propuesta por la Unión Europea y organizada por Estados Unidos.
El 2 de abril de 2009 se celebró la llamada Cumbre de Londres.
En septiembre de 2009 tuvo lugar la reunión de Pittsburgh, Estados Unidos, donde formalmente se decidió que el G20 reemplazara al G-8 o al G8+5 de ahí en adelante, en lo concerniente a los planes de desarrollo mundial.
2.- ¿Quiénes lo forman?
El G20 se compone de Argentina, Australia, Brasil, Canadá, China, Francia, Alemania, India, Indonesia, Italia, Japón, México, República de Corea, Rusia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Turquía, el Reino Unido, los Estados Unidos y la Unión Europea (UE).
Países del G-20 (En naranja: G-7, en amarillo: Rusia, en fucsia: G-5, y en rosado: G-20 sin G-5 ni G-8).
Al G-8 (conformado por Alemania, Canadá, Estados Unidos, Francia, Italia, Japón, Reino Unido y Rusia), se agregaron estos once países más al grupo y se creó el G20:
- Arabia Saudita (OPEP)
- Argentina (Mercosur)
- Australia (OCDE)
- Brasil (G-5, BRICS y Mercosur)
- China (G-5 y BRICS)
- Corea del Sur (OCDE)
- India (G-5 y BRICS)
- Indonesia (ASEAN y OPEP)
- México (G-5, OCDE y NAFTA)
- Sudáfrica (G-5)
- Turquía (OCDE)
El vigésimo miembro del G20 es la Unión Europea.
Como curiosidad, España es el único país con el estatus de invitado permanente, pues se le permite estar en todas y cada una de las reuniones, independientemente de que su representación sea llevada a cabo también por la UE.
Para decidir qué nación preside el G-20 en determinado año, se le asigna un grupo a los 19 países. Cada grupo tiene un máximo de 4 naciones. Este sistema entró en vigor en el año 2010, cuando Corea del Sur ocupó la presidencia.
3.- ¿Qué intereses están en juego?
El G-20 se concibió en Washington el 25 de septiembre de 1999 como una respuesta a la crisis financiera de fines de los años 90. Su primera reunión se realizó el 15 y 16 de diciembre de ese año en Berlín, Alemania. Luego de la crisis financiera mundial en 2008, el G20 cambio de formato e incluyó no solo la participación de los jefes de Estados y de Gobierno, sino también de representantes de las Naciones Unidas, del Fondo Monetario Internacional (FMI), del Banco Mundial y del Foro de Estabilidad Financiera.
El G20 mostró durante sus primeros años una eficiencia -ante la crisis- que le faltaba a los organismos multilaterales. Operó como un comando internacional de acción rápida que, aun con las diferencias de enfoque entre Estados Unidos y Europa sobre las políticas de austeridad, consiguió devolver alguna estabilidad al conjunto de la economía global.
Por eso mismo, en comparación con los organismos multilaterales tradicionales, el G20 se constituyó desde el principio en una mesa de discusión de intereses que las grandes potencias debieron abrir a los países en desarrollo, al principio ante la emergencia, después frente a la acelerada evolución del capitalismo globalizado como tal.
Con el paso del tiempo, aún frente a las disrupciones marcadas por la nueva postura de Estados Unidos o el Brexit, o por realineamientos como los de Alemania y Francia, los más poderosos –nucleados en el Grupo de las 7 (G-7) economías más potentes del mundo -, han venido hasta ahora llegando a la mesa del G20 con sus intereses alineados y un plan consensuado. El G20 representa el 80% del PIB global y ellos concentran la mayor parte.
Tanto como el del eje europeísta Francia–Alemania y el euroasiático de Rusia con China, reabran la dinámica de ese juego permitiendo su reformulación.
Ahora bien, Para avanzar en una mayor democratización del sistema de toma de decisiones mundiales, resulta imprescindible organizar al resto de los jugadores y lograr una participación cualitativa del mundo en desarrollo en la agenda global.
Así, en cualquier escenario, es preciso comprender que sólo desde una posición compartida y firme ante las distintas negociaciones, fueren políticas, financieras o comerciales, los países emergentes pueden aspirar a compensar cuantitativamente, incluso con el peso de sus poblaciones y sus mercados, su menor capacidad económica y financiera actual.
En el G20, a diferencia de la ONU y del resto del sistema multilateral, no se vota sino que se acuerda. La cohesión de los emergentes, y en determinado caso de una región como América Latina, puede obligar a los dueños del juego a compartir la agenda y algunas decisiones globales, generando así una situación en la que ambas partes pueden ganar (win-win situation).
4.- ¿Qué papel juega China en este escenario?
Como parte de una nueva era del G20, en Hamburgo fueron relevantes la pérdida de peso de la histórica alianza anglosajona Washington-Londres, fruto de la Administración Trump y del Brexit; una revitalización de la influencia de la Unión Europea (UE), apoyada en el eje franco-alemán; y todas las potencias emergentes y medias, más Rusia, sosteniendo un consenso básico sobre asuntos financieros, comerciales o medioambientales.
Sin embargo, el nuevo actor principal es China, una nación gigante inmersa desde hace cuatro décadas en un cambio económico de magnitudes y velocidades sin precedentes en la Historia moderna (su PIB se duplicó en la última década), y destinada a liderar una II Revolución Industrial de alcance global, aunque continúe bajo un régimen político cerrado.
China, integrado a un Centro que ahora deben compartir con ella Estados Unidos, Europa y Japón, está saliendo de un modelo económico de acumulación y exportaciones de escaso valor agregado para entrar a otro apoyado en una sociedad de consumo, con empresas públicas y privadas absorbiendo inversiones en innovación y tecnología a pasos agigantados para escalar posiciones en una cadena productiva global muy fragmentada.
Mientras se lanzaba a esa carrera para superar a Estados Unidos como la mayor economía del mundo, China actuó como un aliado estratégico clave de las naciones periféricas con el Grupo de los 77 (G77), en la ONU, y más recientemente conformando el BRICS (con Brasil, Rusia, India y Sudáfrica), que dio origen al Nuevo Banco de Desarrollo (2015), alternativa real a las antiguas instituciones multilaterales de crédito.
En América Latina, el avance chino recortó la influencia de Estados Unidos y la UE. Es ahora principal o segundo socio comercial de la mayoría de los países sudamericanos, proyecta un intercambio de 500 mil millones de dólares con la región en la próxima década e inversiones recíprocas de 250 mil millones en energía y grandes infraestructuras regionales, desde represas a accesos fluviales y corredores bioceánicos.
Esa ambiciosa salida al mundo, después de siglos de retracción, tiene su última expresión global en la iniciativa Belt and Road (Cinturón y Ruta de la Seda), un circuito que aspira a reconstruir la ancestral conexión comercial terrestre de China con Occidente y completarla con una sección oceánica en sentido inverso involucrando a tres de los cinco continentes y al 70 por ciento de la población mundial.
En la búsqueda de su nuevo lugar en el Centro, los gobernantes chinos necesitarán negociar apoyos dentro del G20 frente a las potencias tradicionales del Norte. A cambio, nuestra región puede sacar un rédito razonable en ello reformulando la relación asimétrica con capitales y empresas del gigante asiático, para recortar las desventajas que arrastra la Periferia de este mundo multipolar.
El nuevo protagonismo chino tiene varias claves, destacadas por el economista Aldo Ferrer en sus últimos escritos: expresa una integración política-económica nacional sin precedentes en el capitalismo; ejerce un poder negociador todavía mayor al de las viejas potencias industriales; y pasa a formar parte del nuevo Centro sin compartir su ideología dominante (ni sus ideales de Democracia liberal y Derechos Humanos, podríamos agregar).
5.- ¿En qué afecta al país y la Región?
Tanto frente a las tradicionales potencias occidentales como ahora frente al nuevo poder chino, América Latina debe definir sus propios intereses comunes antes de plantearse estrategias y/o alianzas para imponerlos, y la cumbre del G20 del 2018 en Argentina será una gran oportunidad para ello.
La relación con China le plantea a la región desafíos ya conocidos en la Periferia, donde las asimetrías con el Centro afectan su desarrollo hace casi dos siglos. Uno es el perfil de las exportaciones a China, tres cuartas parte de ellas, primarias. Y otro es el de las inversiones directas, concentradas en actividades extractivas (90% entre 2010 y 2013)
¿Tiene que insistir América Latina en la búsqueda de un único modelo de desarrollo común y de relación con el mundo? ¿O más bien permitirse flexibilidad manteniendo consensos básicos para asegurar una integración que la haga más fuerte e independiente? ¿Qué similitudes y diferencias deben advertirse entre la antigua hegemonía estadounidense y la que asoma con China? ¿No debería la región dejar de definirse por oposición a la potencia de turno y redescubrir una identidad geopolítica que sustente su estrategia a largo plazo?
La agenda todavía desarticulada de países emergentes marca un punto de alta debilidad frente a su contraparte desarrollada.
América Latina, representada en el grupo por la troika que conforman México, Brasil y Argentina, la realidad y el juego de intereses que supone el G20 demandan a nuestra región una única estrategia posible: presentar una agenda consensuada y compartida de prioridades, centrada primordialmente en los intereses de la región, desde el Río Grande hasta Tierra del Fuego.
Desde el mismo año de nacimiento del G20, en 2008, y desde una perspectiva crítica, se alzan voces que plantean que, de superarse la crisis global que luego de 10 años aún existe, el G20 se ha convertido en un juego destinado a blanquear la estrategia de fondo de las grandes potencias con una agenda que sigue el ritmo impuesto por ellas. Otra lectura, diferente y excesivamente optimista, plantea la posibilidad de que el G20 suponga una instancia de mayor democratización de la gobernanza global en un momento en que todo el sistema multilateral cruje, impotente, mostrando su incapacidad para enfrentar los nuevos desafíos que sacuden la realidad planetaria. ¿Esta segunda alternativa puede ser viable?
La región necesita asegurar el derecho de sus pueblos a coparticipar de esta Segunda Revolución Industrial rompiendo su antigua caracterización como proveedora de materias primas. China se comprometió a revertir la “reprimarización de las exportaciones”, ahora que su clase media de 300 millones reclama otros bienes y servicios. Pero ninguna potencia de ese calibre, con semejante control político de su expansión, dejará nunca de anteponer sus prioridades.
América Latina puede sacar alguna lección, paradójicamente, de la experiencia china, así como de otras naciones asiáticas que encontraron sus propias fórmulas de progreso en el capitalismo moderno abiertas al mercado global pero cuidando su desarrollo puertas adentro, muy vulnerable cuando se negocian acuerdos comerciales entre naciones y bloques de poder desigual (UE-Mercosur, por ejemplo).
Como resumió con sabiduría Ferrer, “cada país tendrá la China que se merece”, según cómo se relacione con ella. Lo mismo es aplicable a toda la región. Pero hay que apurarse: si China sigue creciendo así, en diez años la sede central del FMI se trasladará a Beijing, avisó su jefa, Christine Lagarde.
6.- ¿Qué interés particular tiene el gobierno neoliberal de Argentina?
Con el argumento de campaña de “volver al mundo” (ese mundo dependiente de los organismos financieros internacionales, de la exacerbación del endeudamiento externo, y de la pérdida continua de soberanía jurídica y económica), el neoliberalismo criollo cifra sus esperanzas en poder ser admitido dentro del nuevo modelo de gobernanza mundial: la "gobernanza de clubes", conformando la periferia de los mismos como “potencias” emergentes.
El G7 generó en su creación en 1975, un discurso seguía la lógica de una confrontación de perspectivas entre el Norte y el Sur, representado este último en las identidades del Tercer Mundo y del Movimiento de Países No Alineados (MPNA), sus aspiraciones y narrativas, motivadas por la creación de un Nuevo Orden Económico Internacional (NOEI). Así se optó por ampliar el círculo de los integrantes por medio de un proceso denominado outreach con la invitación formal a los llamados "O5" a entablar conversaciones: África del Sur, la India, China, Brasil y México. Esta fórmula puso de relieve el interés de los "nuevos invitados a la mesa" por mantener su doble identidad de países en desarrollo fieles a su solidaridad con el Sur Global y sus ambiciones de poderes emergentes pujantes. De los dos lados se hizo evidente una "mentalidad de clubes" que rechaza la regulación de la asistencia ejercida por otros y trata al mismo tiempo de mantener la exclusividad de los asistentes.
Recurrir al formato de "clubes" para lograr gobernanza en ciertas áreas, no solamente para sus mismos integrantes, sino también provechoso para otros Estados, sería una alternativa. Así, se espera que este formato de gobernanza a través de "clubes" sea capaz de proporcionar los siguientes elementos:
- Disponer de información y conocimientos
- Poder movilizar recursos
- Definir normas y estándares, especialmente patentes
- Realizar medidas concretas
- Acordar marcos de acción comunes
La gobernanza a través de clubes asume una posición intermedia entre el multilateralismo formalizado e institucionalizado y el multilateralismo selectivo, hoy definido como “meridionalismo”, tal y como se expresa por medio de coaliciones ad hoc o redes informales de carácter transnacional de funcionarios y/o de cabildeo. Para poder producir resultados, es central que en los formatos de gobernanza por medio de clubes se observe menos la coincidencia de posiciones en cuanto a contenidos de entrada, y que más bien sea posible organizar, alrededor del problema específico por resolver, los actores relevantes en cuanto a su capacidad de movilizar recursos económicos, sociales y de legitimidad para producir bienes colectivos. En la práctica política se ha demostrado que en un mundo multilateral fragmentado se han configurado, en el formato de "clubes", agrupaciones muy diferentes entre sí, motivadas por una comunidad de valores, por el interés de una (re)distribución del poder o de la riqueza, con un concomitante aumento en la complejidad de las negociaciones y una tentación creciente de parte de algunos gobiernos de optar por una lógica del forum-shopping en el afán de tratar de maximizar las opciones para la implementación de sus intereses nacionales.
Por lo tanto, el G20 aspira a cumplir mucho más que el G7, con la necesidad de poder fungir como foro para generar convergencias ante las múltiples pertenencias de sus miembros, lo cual implica una limitante en la búsqueda de consensos. Aparte, no existe homogeneidad con respecto a los criterios que animaron en su inicio al G7 en cuanto a su meta de fomentar la democracia y los derechos humanos a nivel global, ya que algunos países integrantes no logran cumplir con estos criterios en su desarrollo.
Fuentes:
www.infobae.com/…/cumbre-del-g20-en-argentina-temores-incertidumbres-y-planes-.
http://rpp.pe/mundo/actualidad/que-es-el-g-20-y-que-paises-lo-componen-noticia-992143
Jorge Argüello, http://noticias.perfil.com/2017/07/09/g20-juego-de-intereses-y-america-latina-
buscando-agenda-regional
http://www.scielo.org.mx
Jorge Argüello, Fundación Embajada Abierta, El Estadista, 3 de agosto de 2017
WTO © OroyFinanzas.com
https://www.oroyfinanzas.com/2015/06/organizacion-mundial-comercio-omc-world-trade-organization-wto/ 25 SEPTIEMBRE 2017
https://www.cronista.com/columnistas/El-contexto-global-de-la-ministerial-de-la-OMC-en-Buenos-Aires-20170426-0018.html