El mes de septiembre, en la Argentina, tiene varias referencias al mundo de la educación y, en forma particular, a sus trabajadores. En efecto, la fecha más conocida y popular es el 11 de setiembre en el cual se conmemora el Día del Maestro, en recuerdo de Domingo F. Sarmiento impulsor de la educación pública aunque en el marco del proyecto liberal conservador de la generación del 80.
Hay otras fechas en el transcurso del mes: 4 de septiembre el día de la Secretaria, 17 de setiembre el día del Profesor (en recuerdo de José Manuel Estrada), 19 de setiembre el día del Preceptor, 28 de setiembre día del Rector. El 21 de setiembre, junto con el día de la primavera, se celebra el día del Estudiante. Días antes, el 16, un nuevo aniversario de la Noche de los Lápices. Todas ellas vinculadas a la escuela y a la educación.
El mes de setiembre nos convoca de un modo particular a reflexionar sobre la educación. Si bien las fechas nos invitan por la circunstancia en sí, la crisis por la que atravesamos nos interpela de una manera profunda e integral.
El impacto de la implementación de políticas neoliberales y neocoloniales en nuestra Patria y en la región, provoca gravísimas consecuencias en el sistema educativo, en el desarrollo del proceso de enseñanza aprendizaje, en las condiciones y medio ambiente de trabajo y en las perspectivas futuras del conjunto de las comunidades educativas.
El asesinato de un niño qom de 13 años en medio de una represión, la muerte de Sandra y Rubén en la escuela de Moreno, tiñe de sangre un mes de brotes. La muerte injusta e inexplicable lacera el corazón de la docencia argentina y constituye un duro golpe a la sociedad toda y a una democracia restringida como la que transitamos.
Miles y miles de docentes universitarios están movilizados por estas horas. Construyeron la marcha más importante del sector que se tenga memoria en décadas. Es que la universidad pública es un emblema del ser nacional. Atraviesa sectores, partidos, opiniones. Es una causa de todos y todas. Llegan informes de una nutrida “movida universitaria” a lo largo y a lo ancho del país. Vuelve a escribirse la historia de la universidad del pueblo y para el pueblo.
La destrucción de la Paritaria Nacional Docente trajo aparejada la consecuencia previsible: la extensión y prolongación del conflicto docente sin perspectivas serias de resolución, la dispersión y fragmentación del salario docente atentado contra el principio constitucional que dice: “a igual trabajo igual remuneración” y la progresiva destrucción del sistema educativo federal a través del deshilachamiento de su principal sostén: la Ley de Educación Nacional.
La emergencia educativa aparece en forma objetiva “por todas partes”. El retiro del Estado tanto a nivel nacional como jurisdiccional detona en circunstancias diarios que van desde la caída abrupta de los servicios de comedor escolar hasta serios problemas de infraestructura pasando por otros de índole pedagógico como la falta de distribución de libros de lectura y la destrucción del plan Conectar Igualdad que distribuyó centenares de miles de computadoras a niños y jóvenes de todo el país.
Mientras tanto, el gobierno insiste con las pruebas de evaluación, los rendimientos y el ranking. Es paradójico que una gestión que “mira para afuera” como criterio de éxito no tome en cuenta los datos internacionales.
Portugal, la nueva “meca de la calidad educativa” según la definen los mismos países hegemónicos, ha puesto en el centro de su política educativa la jerarquización docente vía considerables aumentos salariales y reconocimientos profesionales. Lo mismo sucede en Finlandia y en Singapur.
El gobierno argentino hace todo lo contrario de lo que dice anhelar: demoniza a los docentes y a sus organizaciones sindicales, achata la pirámide salarial, dispersa su grilla y niega el derecho a negociar colectivamente mejoras tanto en los sueldos como en las condiciones de trabajo.
Más aún, mientras en los países denominados “exitosos” por los organismos internacionales, se prioriza la formación docente continua, el gobierno argentino destruyó el Programa Nuestra Escuela que logró amplios consensos entre los docentes y llegó con sus propuestas a todo el país a través de la participación sindical y una plataforma virtual dúctil y amigable.
La docencia argentina en todos sus niveles y jurisdicciones está sintiendo cerca las consecuencias de un modelo para el cual el conocimiento no juega un papel central en el desarrollo de nuestro pueblo. La reciente desaparición del Ministerio de Ciencia y Tecnología y su fusión en Educación en solo una muestra: son señales que indican rumbos.
Aun así, la escuela – último reducto de lo público – sigue resistiendo y, al mismo tiempo, sembrando esperanza. Conviven dos agendas en la vida cotidiana de la escuela: la agenda del diagnóstico y la crítica a la situación que estamos padeciendo junto con la agenda de la reconstrucción.
En el fondo, la educación – al decir de Paulo Freire – es la “pedagogía de la indignación junto a la pedagogía de la esperanza”.
Setiembre se jalonará entre la calle con marchas y movilizaciones juntos a los festejos en la escuela por el día del Maestro y otros días. “Que no nos roben la alegría” aunque suframos.
Daniel E. Di Bártolo
Secretario de Educación
SADOP – CDN