Entre 2003 y 2014 el Producto Bruto Interno se duplicó, el desempleo se redujo del 20% de la PEA al 7%, la pobreza se redujo de 54% para el primer semestre del 2003 a 4,7% para el mismo período del 2013, y la indigencia pasó de 27,2% a 1,4% entre el 2003 y el 2014. Definitivamente la década transcurrida solo puede catalogarse como un período ganado en términos económicos y sociales para el pueblo argentino.
Dicho crecimiento se sostuvo impulsando la demanda efectiva a través de mejoras permanentes en la distribución del ingreso. Mejores salarios, mejores jubilaciones y nuevos derechos como la AUH y los planes argentina trabaja, Pro.Cre.Ar y Progresar y más inversión social del Estado direccionada a los sectores de alta propensión marginal al consumo, permitieron una demanda sostenida que siempre encontró respuesta en la oferta de bienes. En el período también creció la inversión (pública y privada), aumentando la capacidad productiva sistémica. La inversión pasó de 16,63% del PBI en el 2004 al 21,01% del PBI para el 2013, tocando un techo en el 2012 del orden del 24 por ciento. Durante esta etapa se asistió a un proceso de desendeudamiento considerable, donde el ratio deuda externa en dólares versus PBI se redujo considerablemente. A nuestro juicio todo ello se debió en primer lugar a que existió un proyecto político con un objetivo claro: recuperar las fuerzas productivas de la nación al servicio de la justicia social. En segundo término y respecto al marco económico, se partió de una considerable diferencia entre PE (producto efectivo) y PP (producto potencial) en lo interno y de una excelente relación de precios relativos en el sector externo.
En la actualidad ya no debe contarse con estas ventajas económicas. El Producto Efectivo (PE) se encuentra constantemente cercano al Producto Potencial (PP) y el precio de los bienes transables no es el que fue en el período anterior (situación que puede prolongarse en los próximos años). Por lo tanto, una primera dificultad para el desarrollo sostenible es una reducción considerable de la brecha PE-PP con restricción externa. Para superarla es indispensable ampliar la capacidad productiva pero con la condición de que en este proceso se dé respuesta a un doble desafío: responder con más producción al crecimiento de la demanda efectiva y reducir la necesidad de divisas para hacerlo.
De lo anterior surge una segunda restricción que observamos para el logro de este objetivo: la creciente tendencia a la concentración y trasnacionalización de la propiedad. Esta tendencia se corresponde con el modelo de acumulación capitalista y las herencias de más de veinticinco años (1976-2001) de la aplicación de políticas económicas neoliberales. Sin embargo creemos que, dadas ciertas circunstancias, la misma puede intensificarse o atenuarse. Un factor relevante en este caso es el carácter del sector financiero con el que se cuenta y los instrumentos para regularlo.
Se sabe que el BCRA puede generar moneda emitiendo base monetaria. Si lo hace respetando la evolución de los precios y el crecimiento económico el efecto sobre la economía es neutro. Sin embargo muchas veces se olvida que el Sector Financiero (privado y público) toma esa base y la multiplica. Es decir, crea dinero adicional. En el caso argentino dicho multiplicador se aproxima a tres. La ampliación de oferta monetaria puede utilizarse para financiar el consumo o la inversión, y dentro de la inversión, para financiar a Pymes o a grandes grupos locales y trasnacionales que en lugar de reinvertir sus utilidades utilizan los créditos para fugar capitales. ¿Es ilegal? No, está dentro de las reglas que establece la Ley de Entidades Financieras elaborada en plena dictadura militar y vigente hasta nuestros días.
El problema es la concentración de la riqueza ya que este sistema no solo condiciona la forma en que se distribuye la riqueza ya generada sino que establece derechos monetarios y crediticios sobre la futura riqueza. Un conflicto muy serio que aun no se logra resolver.
Sin embargo, durante la primera etapa del proyecto 2003-2010, fue funcional al mismo porque alentaba el consumo, y como el producto efectivo se encontraba aún lejano del producto potencial del sistema económico y también lejana la restricción externa, la economía era capaz de responder con mayor producción.
En la etapa actual, donde es imprescindible orientar las inversiones a proyectos que mejoren la competitividad o generen nuevas divisas, la expansión secundaria de dinero que realiza el Sector Financiero (SF) debe orientarse principalmente a este tipo de inversiones. Una forma es aumentar sustantivamente los encajes y reducir redescuentos para créditos al consumo y hacer lo inverso (reducir encajes y aumentar redescuentos) para créditos de inversión. De esta forma crece el multiplicador monetario para alentar la inversión reproductiva y se reduce el del consumo. El problema de este tipo de estrategias es la dificultad que subyace para su eficiente control y administración por parte del Banco Central dada la actual Ley de Entidades Financieras.
Parece de carácter urgente una nueva regulación para que el SF actúe como un instrumento que apalanque la inversión en lugar de multiplicar la especulación financiera. Pero se debe tener en cuenta que el sistema financiero es la “meca” del neoliberalismo local. La posibilidad de multiplicar por tres la base monetaria y orientar la oferta monetaria que la actual ley de Entidades Financieras le confiere a los mismos que manejan el dinero les da además el poder de decisión para orientar el crédito del sistema a la especulación financiera y la fuga de capitales. Reorientar este flujo de dinero a la inversión productiva es imprescindible para efectivizar la inversión interna, de manera que la renta productiva se traduzca en crecimiento y bienestar y no en transferencia de riqueza nacional al extranjero.
*Directores del Departamento de Econometría y del Departamento de Economía del Centro de Estudios Socioeconómicos y Sociales (CESS)