Las diversas definiciones y cuantificaciones de la pobreza están asociadas con los criterios que existen para medirla y al ser un fenómeno multidimensional y complejo es medida por métodos alternativos que dan cuenta de esas dimensiones.
Los indicadores más utilizados actualmente atienden a la satisfacción de ciertas necesidades, al consumo de determinados bienes o al ingreso disponible. El método indirecto, también llamado el “enfoque del ingreso” que generalmente es más utilizado a nivel internacional, consiste en calcular el ingreso mínimo, o línea de la pobreza (LP), por encima de la cual todas las necesidades básicas se satisfacen, mientras que son pobres aquellos hogares cuyos ingresos se ubican por debajo de esa línea.
El método directo, como el de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI), consiste en identificar el conjunto de hogares que no pueden satisfacer alguna necesidad básica. Según este enfoque, una persona pobre es aquella que no satisface, por ejemplo, una nutrición adecuada, un lugar digno para vivir, la disposición de salud o educación básica, entre otros bienes.
La pobreza por NBI en Argentina para el período 2001-2010 tuvo un muy fuerte descenso, ya que los hogares con NBI pasaron del 14,3% al 9,1%, lo cual implica una reducción del 36,2 por ciento. De acuerdo con una investigación realizada por los economistas Agustín D’Attelis y Pedro Gaite (2013) los indicadores como el acceso a una vivienda digna, a servicios sanitarios y a educación, nos permiten sostener que hubo a lo largo de esta última década una disminución de la pobreza estructural. Ello se debe a una política activa por parte del Estado para incidir en la mejora de las condiciones de vida de los sectores más vulnerables.
El estudio toma cinco grupos: el hacinamiento, es decir la cantidad de personas que habitan una vivienda por cuarto con Necesidades Básicas Insatisfechas, cayeron de 8,35 a 7,06%, lo que representa una disminución de 15,43 por ciento. Las Condiciones de la vivienda, en el 2003 el porcentaje de hogares que contaba con una vivienda en malas condiciones era de 0,75 por ciento. Al último trimestre de 2013, ese porcentaje se ubicó en el 0,67% de los hogares, una caída del 16 por ciento.
El acceso a servicios sanitarios: si se consideran pobres a todos aquellos que no cuentan con agua de red pública o con perforación con bomba a motor, este indicador pasó de 1,30% a 0,31%, es decir una baja del 75 por ciento. Si se definen pobres a quienes no cuentan con agua dentro de su terreno, este indicador también mostró una mejora: pasó del 1,33% de los hogares a 0,22 %, es decir, una diferencia de 83 por ciento. Y si se considera pobres a todos los hogares que no poseen agua de red pública, hubo una mejora del 40%, al pasar del 15,84% de los hogares con esa dificultad al actual 9,84 por ciento.
El Acceso a la educación pasó de 0,85% al 0,65%, una disminución del 23% y la Capacidad económica, es decir, la cantidad de personas dentro de un hogar con trabajo, cayó un 28%, al pasar de 0,41 a 0,29 por ciento.
La medición por NBI deja claro que la pobreza en términos estructurales ha disminuido en esta última década debido a una mejora en el acceso a la vivienda, servicios sanitarios, acceso a la educación y al trabajo.
Por Anabela Ghilini
Fuente: Diario Tiempo Argentio, Suplemento TyE