La información es mucho más que poder. Los datos construyen percepciones, mundos posibles y el pueblo actúa en base a los hechos que recibe y procesa. Controlar y manipular los mensajes que emiten los medios es el sueño de los grupos económicos y de los gobiernos dictatoriales.
Un rol pasivo frente a las noticias puede implicar ser avasallado, atropellado por el mar de información que circula en la actualidad. Entender, procesar y enseñar cómo recibirlas tiene que ser uno de los objetivos de los educadores.
Una lectura crítica evita caer en las operaciones de los medios, pero también en las estigmatizaciones que elaboran. Además, los lectores-usuarios-consumidores deben “correrse” de la clasificación tradicional de los géneros periodísticos y tener una actitud analítica de todo lo que se comunica.
Debemos aprender y enseñar que ningún mensaje mediático es objetivo, no sólo por los intereses económicos, políticos y culturales de los medios, sino también por la edición, la visión, la cultura e historia personal del cronista que cubre el acontecimiento. Además, el periodista tiene que comunicar bajo ciertas normas estilísticas de redacción que marca su empleador.
Sin embargo, los medios utilizan diversas estrategias discursivas para generar un efecto de objetividad. Esto último lo logran a través de los datos exhibidos en sus relatos (cifras, horas, testimonios), según detalla el lingüista holandés Teun van Dijk.
La mediatización del terrible caso de Melina Romero, la chica de 17 años violada, asesinada a golpes y arrojada en una bolsa en la vera del río Reconquista, es una muestra de la construcción simbólica y estigmatización que realizaron algunos comunicadores. Una caracterización discriminatoria basada en el imaginario sociomarginal que edifican. De esta manera, el machismo absurdo que expresan ciertos sectores de la sociedad volvió a salir a la luz y colocó a la víctima en victimaria. Todo por un punto de rating o la venta de diez ejemplares más.
Melina, como antes María Soledad Morales, Angeles Rawson, Candela Rodríguez, Paulina Lebbos, entre tantas otras, son casos de jóvenes que fueron víctimas de femicidios.
El aula debe ser uno de los espacios para contribuir a desarmar el imaginario social de mujeres desechables, concientizar a la población, enseñar a leer y repudiar los mensajes con violencia mediática.
¿Cómo tratar un tema tan sensible en los colegios? Es vital poner ejemplos edificantes, concientizar y hacer hincapié en las normas de convivencia, respeto por la identidad, los derechos del otro, el valor de la familia y contribuir a desterrar la construcción sociocultural de la mujer como objeto sexual. Charlar y explicar a los alumnos que la cosificación femenina no sirve para vender más publicidad sino que construye un simbolismo nocivo.
La educación es un derecho humano básico y, además, debe poner la lupa en todos los aspectos culturales, mediáticos y discursivos de la sociedad. Asimismo, el Estado es el garante de que se cumpla la ley, pero primero debe prevenir, luego advertir y finalmente sancionar.
El aula también puede ser un espacio para marcar y enseñar cómo se quebrantó, en el caso Melina Romero, la Convención Internacional sobre Derechos del Niño, que está incorporada a la Constitución Nacional, la Protección Integral a las Mujeres y la violencia de género. El periodista debe tener una real conciencia del valor de la palabra y no prestarse al juego mediático y a las caracterizaciones discriminatorias.
La concientización en cada colegio sobre la construcción del relato mediático nos da herramientas para prevenir y evitar estigmatización, pero también es un elemento esencial para desterrar cualquier tipo de violencia contra la mujer. Los docentes somos actores fundamentales de cambio. Podemos y queremos aportar toda nuestra capacidad crítica para transformar la sociedad.
* Secretario general Sadop-CDN. www.archivo.sadop.net www.radioarchivo.sadop.net
Fuente: Página/12