En la dialéctica del amo y el esclavo, Hegel nos enseña que cuando dos conciencias se enfrentan en una lucha por el reconocimiento social, la que logra hacer sentir al adversario el miedo a la muerte se convierte en dominante, mientras que, como contraparte, la otra asume un papel de sumisión y esclavitud. En otras palabras, hacer sentir el miedo a morir es un dispositivo de sometimiento social y dependencia muy poderoso.
Según Hegel, ese temor es el que, finalmente, somete al esclavo a trabajar para el amo como forma de huir de su propia muerte. Como resultado final, el vencedor de esa lucha se convierte en dueño del futuro del otro y, por lo tanto, de los bienes que este producirá con su trabajo.
Esa lógica de poder traducida en lenguaje económico implica que las sociedades sometidas trabajan para generar un excedente productivo que es de propiedad de los sectores dominantes que, a cambio de ser reconocidos como tales, ofrecen un futuro de sumisión y dependencia. En otras palabras, las naciones vencidas son aquellas que creen que sólo pueden vivir en el proyecto de futuro que les imponen los vencedores. Salir de esta dependencia implicaría, entonces, afrontar el riesgo implícito en desafiar el status quo.
Detrás del “no futuro” fuera del sistema financiero con que aterrorizan los lobbies del neoliberalismo mediante afirmaciones tales como “nos caímos del mapa”, “estamos aislados”, “no vienen inversiones ni empleo”, existe una lógica de poder que intenta borrar nuestra propia historia. Sabemos, conciencia que es el obstáculo a desintegrar por las amenazas de aislamiento, que dentro del sistema neoliberal vivimos nuestros mayores riesgos de desintegración social.
Por Pablo Chena
Fuente: Suplemento TyE – Tiempo Argentino