La capacidad tecnológica, fuente de desarrollo

  • Publicación de la entrada:5 junio, 2014
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Por Mariano De Miguel

Inciden la estructura productiva y la inserción internacional de un país en su desarrollo económico? ¿De qué modo lo hacen? ¿Es la industrialización la condición indispensable para el desarrollo? ¿Son los recursos naturales una maldición? ¿Qué rol juegan las capacidades tecnológicas?

Estas son las principales preguntas que se formula Daniel Schteingart, becario del CONICET, en Estructura Productivo-Tecnológica, Inserción Internacional y Desarrollo Económico: Hacia una Tipología de los Senderos Nacionales,un riguroso y sugestivo trabajo de pronta publicación.

Merece subrayarse la intención de establecer una tipología de senderos nacionales, porque esta no puede hacerse más que observando el pasado y el presente como laboratorio social, donde las naciones (esas categorías históricas que están lejos del ocaso que les auguraban hasta hace poco) han peleado por defender sus intereses y concretar sus objetivos estratégicos, definidos en términos de poder y desarrollo.

HECHOS, IMPLICANCIAS Y CLAVES. Con vistas a obtener un crecimiento económico acelerado, con equidad distributiva, y empleos de calidad, el becario del CONICET señala  que existe un consenso entre los especialistas respecto a la importancia de una estructura productiva con capacidades tecnológicas localmente generadas; parecen ser el común denominador de los países con índices de desarrollo humano y niveles de vida más elevados. Sin embargo, dicho consenso está ausente a la hora de establecer cómo pueden lograrse estas capacidades y qué tipo de vínculo causal existe entre estas y otros aspectos, como la configuración macroeconómica, el régimen de acumulación de capital, el perfil productivo y la industrialización.

Entre los resultados preliminares más importantes arrojados por el trabajo de Daniel Schteingart, se encuentran los siguientes: Lo que se produce no posee demasiada asociación con el desarrollo económico; importa mucho más cómo se produce, lo cual está estrechamente vinculado con las capacidades tecnológicas.

No hay países con altas capacidades tecnológicas localmente generadas que no sean desarrollados, independientemente del orden de causa y efecto entre estas dos cualidades.

El crecimiento económico sostenido fortalece la generación de capacidades tecnológicas y viceversa.

La mayoría de los países centran sus capacidades tecnológicas en el sector metalmecánico, más que en los sectores intensivos en recursos naturales; sin perjuicio de lo cual, hay países con elevadas capacidades, desarrollados, que poseen una especialización e inserción internacional primarizada (Australia, Nueva Zelanda, Noruega, y en menor medida, Canadá).

Los países que se especializan e insertan internacionalmente sobre la base de recursos primarios, poseen en general poblaciones relativamente reducidas al resto de los países desarrollados, y una mayor dotación de recursos naturales por habitante.

El contenido local de las exportaciones es una variable crucial para explicar el desarrollo de un país conforme aumenta su tamaño.

SENDEROS NACIONALES Y REGIONALES. Al margen de la adhesión o discrepancia que se pueda tener con las conclusiones antes enumeradas, no cabe duda que nos plantean interrogantes fundamentales para la conducción y realización del proyecto nacional y regional. Porque los hechos a los que se refieren si bien no definen lo que podemos aspirar como nación desde el punto de vista económico, delimitan escenarios posibles, potencialidades y límites materiales. Con estos límites y posibilidades deberá lidiar la política, no necesariamente para ajustarse a ellos, también para transformarlos en función de los fines estratégicos a los que apunta.

Sería un error ver en las experiencias históricas en materia de desarrollo económico, patrones lineales y opciones cerradas. Mucho peor sería desligar esas experiencias económicas de las condiciones sociopolíticas y geográficas asociadas.

Las naciones son estructuras complejas, porque integran y armonizan en su propio universo diferentes manifestaciones de la vida comunitaria, sean estas económicas, políticas o ideológicas. Al mismo tiempo, las naciones se integran de un modo u otro entre ellas, habida cuenta de que forman parte de una economía mundial que es al mismo tiempo una economía-mundo.
La armonización e integración interna constituye más bien un objetivo que un estado permanente, con tensiones intrínsecas que el Estado, como expresión de las esferas civil y política, debe administrar buscando la síntesis superadora. Pero el Estado expresa y lucha no sólo por su soberanía interna, sino que debe abogar por construir y defender la soberanía externa, de modo que la insoslayable inserción internacional no coarte sus aspiraciones.

Desde el punto de vista económico, la inserción internacional está seriamente condicionada por la división internacional del trabajo históricamente existente, sin perjuicio de lo cual (y salvo que seamos presa de una concepción absolutamente determinista), los espacios nacionales cuentan, en mayor o menor medida, con grados de libertad para desarrollarse progresivamente y alcanzar grados mayores de independencia y autodeterminación.

¿Se trata de recorrer el camino de Corea del Sur? ¿Se trata de ser Australia? Schteingart responde que ir en el camino de Corea es sumamente dificultoso, pero que el de Australia puede ser insuficiente.

En definitiva se trata de pensar qué tipo de estructura productiva e inserción económica  internacional nos permitirá ser cada vez más Argentina y Sudamérica.

Fuente: Tiempo Argentino