Por Edgardo Rodríguez del Barrio
El cristianismo no es una religión basada en el cumplimiento externo de normas, disposiciones y preceptos sino una expresión viva de la acción de Dios en la historia. La propuesta de Cristo tiene como centro su Palabra y su testimonio. Fue coherente hasta la muerte, murió en la cruz condenado por las estructuras de pecado que no podían consentir su mensaje liberador. Dios lo resucitó y ese paso de la muerte a la vida es el tema principal de la fiesta de la Pascua Cristiana que hemos celebrado en estos días. Por eso el cristianismo es una religión de la vida que se opone a las estructuras de muerte que dominan el mundo. Si nos preguntamos porque da la Vida Jesús, El mismo nos da la respuesta: “Como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos.” (Evangelio de Mateo 20:28). También la otra pregunta que surge inmediata a esta respuesta: ¿Para quién es este rescate? “El Espíritu del Señor está sobre mí, por cuando me ha ungido para dar buenas nuevas a los pobres; me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; a pregonar libertad a los cautivos, y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos” (Evangelio de Lucas 4:18), si se recorre los evangelios se podrá agregar a las mujeres discriminadas en ese tiempo, a los enfermos, a los impuros, a las prostitutas y a todos aquellos a los que, de una manera u otra, la sociedad y el poder político, económico y religioso de ese tiempo condenaban a la exclusión. Lo fundamental de la Pascua no es la muerte sino la resurrección. La muerte viene de las estructuras de este mundo, crucificaron a Jesús hace 2000 años y crucifican a millones de hermanos en todos los tiempos. La vida viene de Dios; Jesús ha venido para que tengamos vida y vida en abundancia (Evangelio de Juan 10,10); el Resucitado, Jesús, está vivo y envía a sus discípulos para continuar la obra de la salvación (liberación) (Evangelio de Marcos 16,15).
OPCIÓN PREFERENCIAL POR LOS POBRES. Cristo manifiesta una actitud de amor preferencial por los pobres y los excluidos por lo que su Iglesia si quiere ser fiel debe estar marcada por la misma preferencia. Esta premisa no siempre se ha verificado en la historia de la Iglesia, pero el concilio Vaticano II y los documentos de la Iglesia latinoamericana han hecho punta para devolverle el sentido. Un referente de la Teología de la liberación, Gustavo Gutiérrez, sostiene que la Opción preferencial por el pobre es “uno de los rasgos que marca la fisonomía de la Iglesia Latinoamericana y Caribeña.” Y continúa: “Ese enfoque es expresión de la madurez de una Iglesia que, desde la segunda mitad del siglo pasado, se empeña en mirar cara a cara la realidad social y cultural de un continente en el que debe testimoniar y anunciar la Buena Noticia, en fidelidad al mandato de Jesús de buscar el reinado y la justicia de Dios (Mt.6,33).” En tal sentido afirma que existe una continuidad entre los documentos de las últimas cuatro conferencias subcontinentales: Medellín (1968), Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2007). El texto de Aparecida constata infinidad de situaciones de exclusión y sostiene que: “Los rostros sufrientes de los pobres son rostros sufrientes de Cristo” (Aparecida Nº 393). Y en los números 65, 210, 231 al 235 y 402, enumera, repetidas veces, lo que denomina “el rostro de los nuevos excluidos”: Comunidades indígenas y afrodescendientes, mujeres, en razón de su sexo, raza o situación socioeconómica, jóvenes sin oportunidades de progresar en sus estudios ni de entrar en el mercado del trabajo, pobres, desempleados, migrantes, desplazados, campesinos sin tierra, quienes buscan sobrevivir en la economía informal; niños y niñas sometidos a la prostitución infantil, los secuestrados y los que son víctimas de la violencia, del terrorismo, de conflictos armados y de la inseguridad ciudadana, los ancianos, excluidos del sistema productivo y rechazados por sus familias, presos viviendo en situación inhumana, enfermos de HIV y de enfermedades endémicas, tóxico dependientes, personas con capacidades diferentes, excluidos por el analfabetismo tecnológico, las personas que viven en la calle de las grandes urbes, campesinos sin tierra y los mineros. Todos ellos deben estar en el centro de la misión de la Iglesia.
EL PAPA FRANCISCO Y LA EXCLUSIÓN. El Papa Francisco ha trasladado este debate originado en la Iglesia Latinoamericana a la Iglesia universal. En la exhortación apostólica EVANGELII GAUDIUM afirma que “Ya no se trata simplemente del fenómeno de la explotación y opresión, sino de algo nuevo: la exclusión social. Con ella queda afectada en su misma raíz la pertenencia a la sociedad en la que se vive, pues ya no se está abajo, en la periferia o sin poder, sino que se está afuera. Los excluidos no son solamente explotados sino sobrantes y desechables.” El Papa denuncia esta excusión como una situación de muerte: “Así como el mandamiento de ‘no matar’ pone un límite claro para asegurar el valor de la vida humana, hoy tenemos que decir ‘no a una economía de la exclusión y la inequidad”. Esa economía mata… Como consecuencia de esta situación, grandes masas de la población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida.” (EG número 53). El Papa se muestra consciente de que la exclusión tiene origen en las estructuras del poder económico y en la aplicación de políticas neoliberales y lo dice explícitamente: “En este contexto, algunos todavía defienden las teorías del «derrame», que jamás ha sido confirmada por los hechos, expresa una confianza burda e ingenua en la bondad de quienes detentan el poder económico y en los mecanismos sacralizados del sistema económico imperante.” (EG Nº 54).
EL ESTADO CONTROLA AL MERCADO. En el número 56 de la exhortación, el Papa, luego de referirse al crecimiento exponencial de las ganancias de unos pocos en detrimento de la pérdida de bienestar de las mayorías, afirma que: “Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera. De ahí que nieguen el derecho de control de los Estados, encargados de velar por el bien común. Se instaura una nueva tiranía invisible, a veces virtual, que impone, de forma unilateral e implacable, sus leyes y sus reglas.” Además, la deuda y sus intereses alejan a los países de las posibilidades viables de su economía y a los ciudadanos de su poder adquisitivo real. A todo ello se añade una evasión fiscal egoísta, que ha asumido dimensiones mundiales.” Francisco muestra en estas definiciones un conocimiento claro de lo que ocurre en nuestros países de América del Sur y, obviamente, en Argentina. Al sostener la necesidad de la intervención del Estado para controlar al mercado se coloca en la tradición del Magisterio Social de la Iglesia y a la vez, respalda el accionar de los gobiernos latinoamericanos que están llevando adelante modelos de inclusión social, a pesar de los fuertes ataques del poder económico financiero nacional e internacional y sus asociados.
LA CRUCIFIXIÓN DE CRISTINA. A partir de 2003 los gobiernos de Néstor y Cristina han llevado adelante políticas de inclusión. Estas no solo fueron de carácter económico (disminución de la pobreza y la indigencia, crecimiento del empleo, paritarias libres, subsidio universal por hijo, y tantas otras) sino que abarcaron una amplia gama de derechos humanos tanto vinculados a la memoria de las violaciones de la dictadura cívico militar como a la igualdad de oportunidades (planes educativos, programas de trabajo, programas de salud y jubilación universal, por ejemplo). El poder económico no está dispuesto a tolerar que los Estados se opongan a sus planes y por tal razón los gobiernos que intentan regularlos son objeto de todo tipo de ataques y planes para destruirlos, contando a su servicio con una prensa inmoral. Decíamos al comenzar que quienes detentan el poder crucificaron a Jesús hace dos mil años y, en todos los tiempos, a millones de hermanos fuesen Martin Luther King o J. F. Kennedy, el Che o Monseñor Romero, Mujica o Angelelli. Por eso no llama la atención que la revista Noticias crucifique, por ahora virtualmente, a Cristina. Quizás es un exceso del odio de Fontevequia pero se puede apreciar más como amenaza del poder económico. Lo que más temen es la resurrección política de Cristina. Preferimos creer que las palabras de Francisco dichas el viernes en el “vía crucis de la verdad” serán proféticas “el mal no tendrá la última palabra.”