Por Daniel Di Bártolo
Secretario de Educación SADOP
La emblemática expresión: “Mi hijo el Ingeniero” con la cual la Presidenta Cristina Fernández de Kirchner ejemplificó en la espectacular muestra Tecnópolis los alcances del Plan Nacional de Formación de Ingenieros 2012-2016, pinta de cuerpo entero – como buena metáfora – el rumbo de una propuesta de naturaleza educativa con fuerte vinculación con el modelo productivo y el proyecto de país.
Es que alguna vez en la Argentina de las primeras décadas del siglo pasado, la expresión “Mi hijo el Doctor” había resumido el imaginario social de los inmigrantes europeos que anhelaban ver a sus hijos y a sus nietos en la escuela media para luego convertirse en universitarios abogados ó médicos.
La educación técnica y la formación profesional, cuyo día se celebra el 15 de noviembre en recuerdo de la fundación del CONET (Consejo Nacional de Educación Técnica en 1959), han seguido el compás de los cambios sociales y económicos de nuestro país y han reflejado las ideas de nación que se fueron sucediendo en la segunda mitad del siglo XX.
Fue el primer peronismo el que ubicó a la educación técnica en un relevante plano de su propuesta de enseñanza y aprendizaje. Desde la Comisión Nacional de Aprendizaje y Orientación Vocacional hasta las Misiones Mono técnicas y la Universidad Obrera Nacional. Las cifras son elocuentes pero lo importante es que surge con nitidez la trascendencia que la política pública educativa le dio a formar trabajadores para un país cuyo proyecto era industrializarse, dignificar el trabajo y ubicarlo en el centro de la cuestión social.
Las sucesivas oleadas dictatoriales con sus secuelas de planes económicos neoliberales – con las solas excepciones del desarrollismo frondicista y el peronismo de los 70 con la DINEA (Dirección Nacional de Educación de Adultos) – llevaron a la escuela técnica y al sistema de formación profesional al borde de su absoluta destrucción.
La dictadura militar que comenzó en 1976 y el modelo neoliberal instaurado con ella y profundizado en los gobiernos democráticos herederos del consenso de Washington fueron el punto culminante de políticas basadas en la importación de bienes de capital, la destrucción del aparato productivo y el quiebre de las economías regionales.
Para estas políticas cuyas consecuencias fueron la pobreza y la desocupación, ni el sistema científico – tecnológico ni la escuela técnica ni la formación profesional era prioridades ni tenían sentido. A lo sumo, el “viejo industrial” era la opción para el adolescente “que no le daba para estudiar”…Y los científicos – lo dijo un calvo ministro – tenían que volver a sus casas a “lavar los platos”.
La reforma educativa de los 90 fue coherente: ignoró la modalidad técnica en su ley emblema (Ley Federal de Educación) y la cambió por un sistema mixto con nombres provenientes de los usinas de los pedagogos tecnócratas: “trayectos técnico profesionales”, “ofertas curriculares complementarias”, entre otros.
La educación técnica resistió. Los míticos MEP (Maestros de Enseñanza Práctica) en su inmensa mayoría egresados del industrial con títulos de técnico y con un profundo amor por su oficio y con enorme voluntad de enseñar se vieron sometidos a procesos de “reconversión” y, al mismo tiempo, sostenían una pelea diaria en su Taller, verdadera escuela de aprendiza de la vida y del trabajo.
La formación profesional quedó en manos de direcciones específicas en las jurisdicciones y fue el territorio donde las organizaciones sindicales del sector industrial – construcción, metal – mecánica, textil – sostenían en un plano desigual la lucha por las mejores condiciones de trabajo de los trabajadores.
Las mujeres y los hombres de ciencia emigraron para sostener en otras latitudes las investigaciones para las cuales los había formado su país.
Algo cambió en la Argentina a partir de 2003. De la mano de un proyecto político para la justicia social, la independencia económica y la soberanía política, se han dado pasos concretos en función de jerarquizar al sistema científico tecnológico, y a la educación técnica y la formación profesional.
El primer síntoma fue el debate y la sanción de la Ley de Educación Técnico Profesional. La fuerte inversión en planes de mejora para los colegios técnicos, la recuperación de la política de formación profesional y la re-patriación de científicos junto con la política de sustitución de importancias expresada en el plane “Industrial 2020” cierra el círculo virtuoso de aquel principio de Gustavo Cirigliano que recogió el Proyecto Umbral: “Todo Proyecto Nacional determina un modelo educativo congruente”. (Umbral, 2006).
El INET (Instituto Nacional de Educación Tecnológica) fue el ámbito donde se profundizó la articulación de los sistemas. Forjado en el ex CONET dio luz, en el proceso de implementación de la nueva ley, al CONETyP (Consejo Nacional de Educación, Trabajo y Producción). Paso a paso esta estructura fue organizándose en las jurisdicciones. Ya hay más de 14 (catorce) funcionando y se espera que antes del 2013 se completen todos, de acuerdo a lo que dispuso la misma ley.
Allí participamos los trabajadores organizados, gremios docentes, empresarios pequeños y medianos, colegios profesionales de técnicos y distintos espacios de gobierno. El objetivo: promover en forma sistemática un espacio de diálogo constructivo entre el mundo del trabajo, la educación y el estado.
El 27 de setiembre ppdo., los sindicatos UOCRA (Construcción), SUTERH (Encargados de Edificios), UPCN (Personal Civil de la Nación) UOM (Metalúrgicos), UDA y CEA (Docentes) y SADOP (Docentes Privados) junto con la UIA (Unión Industrial Argentina) realizaron en la “Nave de las Ciencias” en Tecnópolis un encuentro con el objetivo de mostrar el diálogo entre la cultura, la educación, la ciencia, la tecnología y la formación profesional. Cuatro ministros de la Nación – Débora Giorgi (Industria), Lino Barañao (Ciencia, Tecnología e Innovación), Carlos Tomada (Trabajo) y Alberto Sileoni (Educación) dijeron presente. Más de 1000 (mil) delegados de establecimientos y oficinas debatieron durante cuatro horas el significado de este rumbo para la Nación.
Al lanzar el plan de formación de Ingenieros, la Presidenta utilizó el mismo escenario – Nave de las Ciencias en Tecnópolis – ratificando el horizonte de una realidad: matriz productiva diversificada con valor agregado en base a una política de formación técnica profesional.
Proyecto de país, producción, trabajo y educación van de la mano. Los trabajadores y las organizaciones sindicales estamos convencidos que es el camino para lograr la verdadera liberación integral de nuestro pueblo.
La educación técnica se recuerda un día y se milita todos los días del año.