En este momento estás viendo La historia oficial y la historia nacional

La historia oficial y la historia nacional

  • Publicación de la entrada:24 julio, 2020
  • Tiempo de lectura:44 minutos de lectura
En esta nueva presentación la Secretaría de Relaciones Internacionales de SADOP, con la colaboración de nuestro compañero Vicente I Serra, y con la premisa de difundir la verdadera historia, la de las mayorías, la de los explotados de la tierra, la de las luchas populares, presentamos este nuevo artículo en el que repasamos la vida de Eva Perón, “la abanderada de los humildes” y Madrina de SADOP.

Eva Perón

Los primeros años

Un 7 de mayo de 1919, en un rancho cercano al pueblo de Los Toldos, a 200 kilómetros de Buenos Aires, una comadrona india asistía a Juana Ibarguren durante el nacimiento de su hija. El padre era Juan Duarte, un arrendatario de campos con relaciones políticas en la zona.

Eva de niña

Juana era de origen humilde. Juan, disfrutaba de un nivel social superior, lo que le permitía mantener dos familias: una legítima, con tres hijos, en Chivilcoy; y la relación de concubinato con Juana, que trabajaba de sirvienta, ya llevaba 10 años. Con ella tenía 4 hijos a los que había reconocido y dado su apellido; pero a la última niña, no, por lo que en la partida de nacimiento se asentó María Eva Ibarguren. Era frecuente ese tipo de relaciones, y también la costumbre social de dispensar y comprender los deslices masculinos, pero condenar y criticar los de las mujeres.

Al año siguiente, Duarte anunció que conviviría con su esposa e hijos en Chivilcoy, alejándose de Juana y sus niños. Ese mismo año murió en un accidente de tránsito. Juana cargó a sus 5 hijos en un sulky y fue al velatorio. La escena fue patética, no los dejaron entrar. Luego, con la intervención del intendente que era cuñado de Duarte, permitieron a los niños besar a su padre y acompañar el cortejo hasta la puerta del cementerio.

Con la familia

La depresión de 1930 movilizó al país en una inmigración desde el interior a Buenos Aires, buscando mejoras económicas. Juana se mudó a Junín con su familia. Cosía “para afuera” y, en la casa alquilada, daba de comer mediodía y noche a viajantes y estudiantes. La hija mayor, Blanca, se recibió de maestra. Elisa trabajaba en el Correo. Juan era cadete de una farmacia. Erminda y Eva asistían a la escuela.

La pequeña Eva, a quien le decían “la chola”, se destacaba recitando y cantando. Erminda la incluyó en un grupo de teatro del colegio secundario. Al poco tiempo, Blanca se casó con un abogado y Elisa con un Mayor. Juan consiguió trabajo en la empresa de jabones Guereño.

Eva leía revistas de teatro, cine y radio; soñaba con ser actriz y parte de ese mundo, sin ser linda era atractiva, delgada, alta, de pelo oscuro. La oportunidad se le daría cuando Agustín Magaldi, afamado cantante de tangos, actuaba en Junín. Doña Juana le recomienda a Eva, en ocasión de una cena en su casa, donde el cantante concurría con su esposa a comer.

En Buenos Aires

Eva viaja con Magaldi a la capital y se aloja en la casa familiar del cantor por unos meses. Es 1935 y Eva tiene 16 años. Juancito, su hermano, cumplía el servicio militar en la ciudad y sería por un tiempo su protector.

Sola, sin dinero, recorrió radios y teatros mendigando un pequeño papel; quizás Magaldi le abrió alguna puerta. Siguió buscando contactos recorriendo los bares de artistas. Obtuvo un papel de sirvienta en una obra. Esperanzada, se mudó a una pensión. Recibió ofertas menores, por poca plata, a veces por un café con leche; pero su deseo de triunfar la mantuvo activa.

Pudo ingresar a la Compañía Argentina de Comedias que encabezaba Eva Franco, haciendo roles secundarios. De gira con el elenco recorrió provincias. Se presentó en radios para rendir pruebas de locución, a veces junto a su hermano. Al año siguiente apareció su nombre en “Critica”, con un comentario aceptable. A pesar de que no eran actuaciones permanentes, ni importantes, consiguió debutar en un radioteatro, lo que le permitió sostenerse económicamente.

El mundo del espectáculo

En 1937 firmó contrato con la compañía de Pepita Muñoz, en la que hizo papeles secundarios, pero cada vez con mayor frecuencia. Ensayaba y actuaba todos los días. Logró actuar en la película “Segundos Afuera”, que fue mal recibida por la crítica. Finalmente tuvo un lugar central en un radioteatro, que la revista “Antena” destacó. Fue constante y llegó a encabezar su propia compañía, con el auspicio del jabón que vendía su hermano.

Ya aparecían comentarios y hasta su foto en revistas. Le atribuían romances con actores jóvenes como Marcos Zucker y Pedro Quartucci. Inquieta, ambiciosa, seguía buscando la gran oportunidad. La revista “Cine Argentino” la mostró en fotos algo atrevidas, pero no más allá de la moral de la época. Pero debió suspender actuaciones debido a una enfermedad.

Reapareció en 1943 en una serie de programas radiales: “Heroínas de la Historia” en la que representaba a mujeres de gran trayectoria. Le trajo algo de fama y le abrió puertas en el mundo del cine. Se encontró con un amigo de Junín que era secretario del Jefe de Correos. Fue un encuentro providencial, por cuanto el gobierno surgido del golpe militar de ese año había intervenido las radios y sus contenidos debían ser aprobados por la Jefatura del Correo.

El terremoto

El 15 de enero de 1943, un terremoto sacudió San Juan, causando cerca de 10.000 muertos. La ayuda nacional se encausó a través de la Secretaria de Trabajo y Previsión a cargo de un Coronel de 48 años: Juan Domingo Perón, quien reunió a artistas de cine y radio para preparar un espectáculo benéfico en el Luna Park en ayuda a las víctimas del cataclismo.

El 22 de enero, el Coronel conoció a Eva de 25 años, quien concurrió al festival en compañía del Tte. Cnel. Imbert, titular del Correo. La hicieron sentar junto a Perón y al presidente Ramírez y su esposa. Perón estaba de uniforme blanco; Eva de negro, con capelina con plumas blancas. Conversaron animadamente. Finalizado el espectáculo se retiraron juntos.

La relación continuó, pronto se hizo pública y provocó comentarios en el ambiente político y artístico. Convivieron en un departamento céntrico cerca de Radio Belgrano. Alquilaron dos departamentos contiguos, uno lo ocupaba su hermano Juancito; de paso se salvaba las apariencias aunque era más que notorio el amorío de Perón que comenzó a asistir a actos protocolares en compañía de Eva.

La renuncia de Ramírez y la Presidencia de Farrell favoreció a Perón que sumó a su cargo el de Ministro de Guerra y, pronto, el de vicepresidente de la Nación. Evita, quizás por apoyo oficial, firmó un buen contrato radial y participó en la película “La cabalgata del circo”, con Libertad Lamarque, lo que determinó que se tiñera de rubia, porque Libertad era morocha.

Perón continuaba con su pública relación con Eva, lo que no dejaba de escandalizar a sus compañeros de armas. Cuando en privado le decían que estaba dando un mal ejemplo con esa actriz, respondía: ¿Qué quieren, que salga con un actor?

Pero el Coronel seguía sumando poder dentro del gobierno y en los ambientes laborales, sorprendiendo a los trabajadores que lo veían como una esperanza: Consiguieron conquistas, se acumulaban derechos, se prometían otros. Eva participaba de las reuniones en el departamento y a veces intervenía en las discusiones.

Algunos militares miraban con malos ojos la injerencia de Perón en los sindicatos. Conocían su ambición de poder y su figura de líder. Se sentían molestos de que un alto gobernante viviera públicamente en pecado. Más le molestaba al Departamento de Estado de los Estados Unidos que acumulaba cargos y sumaba relaciones; que hablaba como izquierdista pero era catalogado como nazi-fascista. La interna militar se complicaba porque se acercaban tiempos electorales, y la oposición política desconfiaba del que podía ser un rival en los comicios. Y Perón era un buen candidato.

Las elecciones estaban próximas y los partidos políticos se unían formando una coalición en contra del que sería candidato del gobierno; pero les faltaba un organizador. El imperio se los mandó en la figura del Embajador Spruille Braden.

La caída

Tener muchos enemigos nunca es bueno en política. Sectores militares opositores a Perón buscaban una oportunidad para derribarlo. Ésta se dio en octubre de 1945 cuando fue designado en la Dirección de Correos y Telecomunicaciones, Oscar Nicolini, el amigo de Junín de Eva. Muchos vieron el nombramiento como la influencia de ella sobre él.

Presionaron a Farrell que, saturado de problemas, críticas y planteos, pidió a Perón la renuncia de todos los cargos y, detenido, lo mandó a Martín García a requerimiento de dirigentes políticos, de la jerarquía militar y del Departamento de Estado de los Estados Unidos.

La noche del 12 de octubre fue llevado a la isla en una lancha bajo custodia de la Marina. La noticia movilizó a dirigentes obreros y a seguidores del Coronel. ¿En qué quedarían las conquistas laborales obtenidas? La CGT organizó un paro general para el día 18; los delegados comenzaron a movilizarse, a convocar a concentraciones. Lo mismo sucedía en el interior, en el Gran Buenos Aires, en Rosario.

El 17 de octubre

Mientras, Perón escribía algunas cartas. A Eva le decía: “…hoy sé cuánto te quiero y no puedo vivir sin vos. He escrito a Farrell pidiéndole mi retiro. En cuanto salga nos casamos y vamos a alguna parte a vivir tranquilos…”. Pero el huracán de la historia se los llevó por delante.

Un día antes del paro, durante el 17, columnas de obreros, campesinos, trabajadores urbanos, hombres y mujeres, comenzaron a invadir las calles porteñas. ¡A Plaza de Mayo! A pie, a caballo, en camiones y tranvía, cruzando puentes y arroyos. Miles, centenares de miles, con un solo grito ¡Queremos a Perón! Comenzaba una época que cambiaría la historia argentina, y que aún no terminó.

Cerca de la medianoche aparece Perón en el balcón de la casa de gobierno, junto a Farrell. ¡Trabajadores! tronó su voz, y por minutos fue una ovación. Era el pueblo que se encontraba con su líder, y el líder con su pueblo.

Elecciones

Perón cumplió su promesa y el 18 se casaron por civil. En diciembre lo haría en la iglesia de La Plata. Luego los hechos se dieron vertiginosamente. El 24 de octubre se lanzó el Partido Laborista con su plataforma reformista, industrialista, democrática, progresista y algo clasista. Eva Duarte de Perón, al lado del líder encabezaba reuniones, arengaba, visitaba sindicatos, barrios obreros; una militante más. La oposición adoptó el nombre de Unión Democrática y su lema fue: “Por la libertad, contra el nazismo”.

Las elecciones del 24 de febrero de 1946 le dieron la victoria a la fórmula Perón-Quijano, que ganó en todas las provincias menos Corrientes. Superó los dos tercios en diputados y llevó 28 de 30 bancas al Senado.

La primera dama

Eva no sería una primera dama tradicional que acompaña al presidente y preside la Asociación de Damas de Beneficencia. Evita visitaba por su cuenta fábricas, sindicatos, barrios carenciados. Tomaba nota, repartía ropa, colchones, víveres. Junto a Perón en los actos, la gente se le acercaba, la tocaba, le dejaba mensajes, pedidos, ruegos.

Nicolini le cedió una oficina en el cuarto piso del Correo (hoy CCK) en el que recibía audiencias, atendía dirigentes obreros y barriales. Los organizaba. El pueblo comprendió cuál sería su lugar en la política. Luego se mudó al Concejo Deliberante, en oficinas más espaciosas donde había funcionado la Secretaria de Trabajo y Previsión. Atendía necesidades, aconsejaba, intervenía en conflictos. Se la respetaba por ser la esposa del Presidente, pero todos sabían también que los problemas los solucionaba sin pasar por la burocracia del estado.

Acompañando a Perón en el tren presidencial, tomaba pedidos, aceptaba encargos. Comenzó a organizar a las mujeres. Sugería a su esposo nombres para el gabinete y cargos menores. El matrimonio se había mudado a la residencia presidencial del Palacio Unzué. Juancito Duarte era el secretario privado del presidente. Evita hacía apariciones en público. Perón la dejaba ser comprendiendo que las promesas de justicia social bien podían quedar en manos de su mujer, transformada en gran realizadora, logrando la consolidación del apoyo de la clase obrera a través de los sindicatos y de la CGT.

Perón y Evita se complementaban. Hacían un equipo notable. El General era el estratega reflexivo; ella actuaba impulsivamente, apasionadamente. Perón, medido, estadista consumado, elegía las palabras. Ella no se privaba de decir lo que pensaba, aún usando palabrotas. Las masas la comprendían, sabían que era su abogada y que como ella, la mayoría provenía de la pobreza y la humillación, que no les fallaría. Y no les falló.

La gira europea

El dictador Franco invitó a Perón a una visita oficial a España. Era un pedido de alianza y también el agradecimiento por el apoyo recibido en la crisis alimentaria que pasaba la península. El Canciller Bramuglia consideró inconveniente que fuera el presidente porque deterioraría aún más las relaciones con los Estados Unidos. Sugirió que fuera Evita.

El 6 de junio de 1947, en avión, partió con asesores y su hermano Juancito. En Europa la esperaba su confesor, el padre Benítez, para arreglar la audiencia con el Papa. En Madrid, el recibimiento fue apoteótico y se repitió en cada ciudad; es que Evita generaba en la gente un especial sentimiento. Pidió conocer hospitales y barrios obreros. Observaba las obras sociales; les hablaba a los trabajadores españoles de los descamisados y de Perón. Criticó la forma de la ayuda social que, decía, se parecía a la caridad de los ricos.

El Papa Pío XII le concedió una audiencia con la duración de un jefe de estado. En París, el Nuncio Angelo Giuseppe Roncalli, que sería Juan XXIII fue sorprendido por su presencia y apostura en Nôtre Dame: ¡E tornatal’imperatrice Eugenia di Montijo! exclamó.  Hasta el afamado modisto Christian Dior homenajeó su presencia y su porte casi real: “He vestido muchas damas, pero una sola reina: Eva Perón”. Roncalli la despidió alabando su labor social pero le dejó una frase que sería premonitoria: “Pero no se olvide que esa lucha cuando se emprende de veras, termina en la cruz”.

La gira incluyó Suiza y Portugal. Se negó a ir a Inglaterra porque no le aseguraban una audiencia con la reina. Casi tres meses después, en barco llegaría al puerto de Buenos Aires y sería recibida por Perón y una multitud.

El voto femenino

A un mes de su llegada, consiguió la sanción de la ley 13.010 de voto femenino, luego de casi una centenaria historia de luchas y movilizaciones de las mujeres. Decenas de proyectos pasaron. Ni Alfredo Palacios ni Hipólito Yrigoyen pudieron conseguir su aprobación. Claro que no fue sólo la obra de Evita. Fue la de miles de mujeres que habían luchado por ese derecho y algunas, hasta dado su vida. La mayoría legislativa peronista y la pasión de Evita, esta vez lo lograron.

La transformación

Desde se vuelta de Europa, su personalidad fue cambiando, hasta su aspecto físico. Comenzó a vestir trajes sastres, simples; se peinada con el pelo tirante y un rodete en la nuca. Se la veía más segura y decidida. Su agenda estaba cada vez más cargada y casi no le alcanzaba el día para su trabajo social.

Comenzaba a primera hora de la mañana. Almorzaba con Perón y luego de un descanso, seguía hasta la noche. Atendía a gremialistas, a las delegadas femeninas, a familias enteras con sus hijos que venían pidiendo. Interrumpía para ir a un acto y volvía para seguir hasta entrada la noche. Perón la acompañaba y alentaba.

La Fundación Eva Perón

Para institucionalizar su labor social se creó la Fundación de Ayuda Social María Eva Duarte de Perón, que luego simplificó su nombre. No tenía por finalidad reemplazar a ministerios ni a organizaciones de beneficencia; menos a la iglesia. Era la forma de hacer efectiva la asistencia social que era el alma de la doctrina peronista. Existían delegadas elegidas por Evita en cada provincia y su delegada en cada ciudad o pueblo. Los pedidos se canalizaban por cartas. Se recibían más de 12.000 por día. Se clasificaban según lo solicitado. Asistentes sociales constataban la necesidad. Si se pedía una audiencia, en la misma forma se respondía fijando lugar, día y hora. Pese a cantidad de secretarias y colaboradoras, Evita se empeñaba en atender a todos. De día y de noche. En la Fundación o en la residencia.

Pero no hacía caridad. Su frase “donde hay una necesidad, nace un derecho” se hizo realidad. Trabajaba hasta el límite de la resistencia física. Además, la Fundación construía hospitales, escuelas maternales, colonias de vacaciones, hogares de tránsito, barrios obreros y organizaba campeonatos de fútbol.

Evita atendía personalmente las audiencias. A veces aparecía en la casa de la solicitante con una máquina de coser, o un vestido de novia o juguetes para los chicos. Besaba a sifilíticos y leprosos. Visitaba hospitales; entregaba casas. “Debemos devolver a los pobres lo que les quitamos”, decía Evita. “Perdí una esposa”, decía Perón.

La enfermedad

En 1951, en un acto gremial sufrió un desmayo. Luego la operaron de apendicitis –quizás un error de diagnóstico- y le indicaron unos días de descanso porque sus actividades la agotaban. Pronto siguió con su trabajo, volviendo a casa entrada la madrugada. A veces desayunaba con Perón que a esa hora salía para la Casa Rosada. Desde 1949 ya no tenían relaciones sexuales. Evita escondía sus dolencias. Comenzó a estar demacrada, muy delgada, con ojeras y las piernas hinchadas. Seguía trabajando. Tenía que interrumpirla para darle algo de comer y un mate cocido que tomaba mientras atendía a la gente. Lo ocultaba pero tenía hemorragias vaginales.

La reforma constitucional de 1949 permitió la reelección de Perón. La CGT propuso a Evita como compañera de fórmula. No podía ser. Perón lo sabía: ni los militares ni la iglesia lo permitirían.

Perón sabía el diagnóstico. El mismo que Aurelia, su primera esposa. Convocó a especialistas. Viajó a Nueva York para convencer al mejor oncólogo que la operara. Finalmente, en noviembre, fue internada en el Policlínico Presidente Perón de Avellaneda; no permitió que sea en un sanatorio privado. El Dr. Pack viajó desde Estados Unidos, previa autorización del Departamento de Estado y la CIA.

La operación, según se dijo, fue un éxito. Le siguieron estudios exhaustivos. Votó en el hospital donde estaba internada cuando por primera vez lo hicieron las mujeres.

Pero los dolores seguían. Su piel apareció quemada por las radiaciones a que era expuesta. Se le aplicaba morfina. Nunca le dijeron que tenía cáncer. Hasta las enfermeras la engañaban alterando la balanza para que no viera que bajaba de peso.

Pero Evita lo sabía. En secreto hizo comprar al Príncipe Bernardo de Holanda 5.000 pistolas y 1.500 ametralladoras que entregó a la CGT, para la defensa de Perón. Presentía días difíciles y no se equivocaba.

El 1º de mayo de 1952 fue su último discurso público. Pesaba 38 kilos. Perón la tomaba de la cintura. Débil, pálida, demacrada. Pero su voz era un trueno: “…yo saldré con las mujeres del pueblo; yo saldré con los descamisados de la patria, para no dejar en pie ningún ladrillo que no sea peronista”.

El 4 de junio insistió en asistir a la asunción de Perón en su segunda presidencia, que había ganado superando el 62% de los votos. Pese a los ruegos y la insistencia de los médicos, no quiso faltar. El auto oficial se acondicionó soldando un armazón de hierro en el asiento del acompañante. Previa transfusión e inyección de morfina, Evita, enfundada en un abrigo de piel que ocultaba el andamiaje que la sostenía, subió y saludó durante todo el trayecto, sonriente, feliz junto al Presidente.

La muerte

Frente a la residencia se amontonaba la gente, rezaba, prendía velas, lloraba. Esperaba el final. En su habitación, sus hermanas, Juancito, el Padre Benítez y las enfermeras la asisten, esperan. También el Doctor Ara, el taxidermista, y Perón, que también lloraba.

Respira mal, agoniza; a las 20:25 del 26 de julio de 1952 muere la “dama de la esperanza”, “la abanderada de los humildes”.

Se la trasladó desde la residencia, hasta el Ministerio de Trabajo bajo una lluvia intensa que no detuvo a la muchedumbre que quería darle el último adiós. El velatorio duró 12 días. Luego llevaron el féretro al Congreso para rendirle honores de Jefa de Estado. 18 mil coronas de flores adornaban el edificio. El emperador Hirohito envió dos aviones repletos de crisantemos blancos. Su destino final sería el segundo piso de la CGT.

Tristán Bauer en 1996 filmó un documental que resume lo que luego pasaría; lo llamó “La tumba sin paz”. Fue la revancha de la oligarquía. Le tenían más miedo muerta que viva.

Vinieron tiempos de persecución, de odio de clase. Evita no estaba. Perón en el exilio. El pueblo reprimido. El peronismo proscripto. Bombas, fusilamientos, desaparecidos.

Pero hoy esa mujer que influyó tanto en la vida política del país, ya descansa en paz. Y eternamente vivirá en su pueblo que nunca la olvidará porque supo convertir la esperanza en miles de realidades.

Y volvió, y fue millones.

Evita, nuestra madrina

1947 es el segundo año del primer gobierno del presidente Juan Domingo Perón. La nación está en plena transformación. Un cambio profundo se adivina en la sociedad, en el mundo del trabajo y de la cultura. Se está diseñando un país de fuerte contenido estatal y popular.

Los sindicatos, columna vertebral del movimiento nacional, están en etapa organizativa algunos, e institucional los otros.

Ya hacía más de 10 años que un grupo militante por los derechos laborales de los docentes de escuelas particulares reclamaba un derecho que otros ya habían obtenido: la jubilación.

A la lucha sigue la organización y a ésta la institucionalización. Una Asamblea Extraordinaria da como resultado la fundación del Sindicato Argentino de Docentes Particulares, el 14 de enero de 1947. María Elena Damiano asume la Presidencia y José Pérez Cruz la Secretaria General.

En junio del mismo año dos diputados y prestigiosos pedagogos presentan al Congreso de la Nación el proyecto de Estatuto del Personal Docente de los Establecimientos de Enseñanza Privada. La Comisión Directiva del flamante SADOP consigue una audiencia con el Presidente de la Nación para solicitar el otorgamiento de la personería gremial del sindicato y la pronta sanción y promulgación del Estatuto.

También se llegó a Eva Perón en la seguridad de que su energía y dedicación conseguiría la sanción del Estatuto. Así fue, Evita entusiastamente tomó como propia la iniciativa, y el 15 de octubre de 1947 se logra su promulgación, que significa la protección jurídica de los trabajadores de la educación privada y el compromiso del estado de llevar equidad a las relaciones laborales del sector.

En un acto en el Salón Blanco de la casa de gobierno, con la presencia del Gral. Perón, de Evita y de las autoridades de SADOP se anuncia formalmente la promulgación del Estatuto de la Docencia Privada, ley 13.047. A inicios de 1948 el sindicato obtiene la personería gremial Nº 90 y su incorporación a la CGT.

Evita, la que terminó para siempre con la imagen pasiva de la mujer y transformó la historia argentina con su nervio y figura, es considerada, desde entonces, nuestra madrina.

El artista plástico Daniel Santoro presenta su obra «Eva Maestra» en SADOP, el día que fue declarada Madrina del Sindicato.

El Secretario General de SADOP, Jorge Kalinger; y dirigentes de SADOP junto al artista plástico Daniel Santoro, el día que se nombró a Evita Madrina del Sindicato.

Secretaría de Relaciones Internacionales
SADOP