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¿Qué hay detrás de lo que sucede en Venezuela?

  • Publicación de la entrada:2 mayo, 2017
  • Tiempo de lectura:9 minutos de lectura

Por Rafael Guirado
Secretario de Relaciones Internacionales
SADOP – CDN

Ante el cúmulo de informaciones que diariamente y por todos los medios de comunicación recibimos sobre la situación político-social de República Bolivariana de Venezuela, tenemos que hacer la lectura entre líneas necesaria, para poder develar las causas de lo que está pasando. Sólo podemos contar con una avalancha de comentarios sobre las consecuencias, y conocer únicamente éstas y no lo que las motiva, obviamente nos aporta una verdad a medias. Intentaremos buscar una respuesta a cada una de las preguntas que nos plateamos.  

¿Qué más hay detrás de las noticias?

Detrás hay realidades que son convenientes que no se conozcan masivamente, y que pasan por cuestiones netamente económicas y más específicamente por bienes codiciables: los recursos naturales. Y para tratar de encontrarle una respuesta con argumentos válidos, pensemos en por qué Venezuela y no Ecuador, Colombia, Guyana o Trinidad y Tobago. A ningún medio global de comunicación le resulta informar sobre lo que hay en el subsuelo venezolano. Es más no le conviene, ya que esos medios responden a las grandes corporaciones de la minería y del petróleo.

Venezuela cuenta actualmente con la segunda reserva mundial de petróleo y con grandes posibilidades de llegar a ser la primera, en un futuro muy próximo, debido a que se continúan haciendo prospecciones no sólo en la Cuenca del Orinoco, y como si esto fuera poco, con yacimientos muy vastos de petróleo no convencional. Por otra parte, uno de sus principales compradores es Estados Unidos. Tengamos en cuenta que seis (6) de cada diez (10) barriles de crudo que consume Estados Unidos deben ser importados.

  

Ahora, ¿Qué tiene esto de particular?

Claro, es lógico que surja esta nueva pregunta, ya que Estados Unidos no sólo compra petróleo venezolano, sino también de los países árabes, en particular Arabia Saudita, Omán y Emiratos Árabes, como también mexicano, además de su producción propia proveniente fundamentalmente de Texas y Alaska. Pero… además de la influencia de las corporaciones en la determinación del precio del barril de crudo, elemento condicionante si los hay, para las economías de los países productores, está el valor del flete de transporte, donde el tiempo necesario para el traslado vía marítima es muy dispar. Tengamos en cuenta que llegar desde la península arábiga o desde los campos azeríes o georgianos del Cáucaso, demanda entre doce (12) y quince (15) días, mientras que desde las costas venezolanas de Maracaibo (por ejemplo) se hace en sólo cuatro (4) y con muchos menos riesgos. Y este es un dato no menor: un tercio o menos de tiempo y la décima parte de riesgos.

Un detalle más: la producción petrolera está en manos fundamentalmente del estado venezolano, mientras que en los otros casos, de las grandes corporaciones trasnacionales entre las más conocidas Total, British Petroleum (BP), Shell, Texaco.

Vemos así dos particularidades que son más que válidas como trasfondo de toda una serie de acontecimientos que hacen a la situación socio-política del país hermano, hoy.

Ya Venezuela ha sufrido un notable deterioro en su economía debido a la baja sustancial en el precio internacional del crudo, a pesar de las reducciones de producción impuestas por la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Su presupuesto nacional se conformó con el precio del barril a U$S 60,00 (como piso) pero no ha alcanzado pasar la barrera de los U$S 57,00 (como techo), llegando a estar por momentos en U$S 30,00, y esto, ya de por sí, implica un duro golpe cuando el núcleo de sus ingresos está en este rubro.

Entonces, ¿cuál es el interés de Estados Unidos en todo esto? Poder volver a controlar la producción petrolera, como lo hacía antes de la llegada de Chávez, durante todo el tiempo que se alternaron en el poder socialdemócratas y socialcristianos, como fruto del Pacto de Punto Fijo, por el cual el país hermano pudo contar con una cierta estabilidad política debido al apoyo de la oligarquía local que no perdió sus prebendas sino que las incrementó, bajo la sutil tutela de Estados Unidos.

Es esto justamente lo que Estados Unidos quiere “recuperar”, la hegemonía en el país de la mano de los grupos conservadores, apoyados por los grandes terratenientes colombianos, quienes están generando un continuo foco de conflicto en la zona fronteriza, utilizando la “mano de obra” de grupos paramilitares.

Además, no podemos dejar tener en cuenta en toda esta pléyade de factores, la actitud de la Organización de Estados Americanos (OEA), la que está incumpliendo su función (algo a lo que nos tiene acostumbrados) tomando una posición poco conciliadora de la situación.

  

¿Ser afortunados con los recursos naturales agudiza la desgracia?

Este caso suena más a afirmación que a una pregunta. ¿Y por qué decimos esto? Porque como si con los yacimientos de petróleo convencional y no convencional, no alcanzara para potenciar la situación, se han descubierto en Venezuela yacimientos de COLTAN (columbita y tantalio), de tal magnitud que se constituyen en la primera reserva mundial del mineral, desplazando a la República Democrática del Congo (ex Zaire), donde es llamado el oro azul o el diamante de sangre.

Es utilizado en casi la totalidad de dispositivos electrónicos. Es escaso en la naturaleza, y por esta razón su precio en el mercado internacional es superior al del oro y los diamantes.

Venezuela posee yacimientos, con una reserva preliminar constatada de 100 mil millones de dólares. Es un mineral estratégico que es explotado hoy ilegalmente en la zona occidental del estado Bolívar y oriental de Amazonas, y se exporta ilegalmente hacia Colombia.

Los destinatarios finales son EEUU, Alemania, Holanda, Bélgica y Kazajistán. Entre las empresas más importantes con intereses en la región, ha sido mencionada la American Mineral Fields, en la que George Bush, padre del expresidente norteamericano George W. Bush, tiene notables intereses. 

 

¿Están así dadas las condiciones para una “misión humanitaria”?

Es quizá la pregunta a la que no puede darse una respuesta, por las implicancias que tiene. Tengamos en cuenta que las últimas que se han llevado a cabo sólo han servido para desatar conflictos civiles, que al día de hoy no pudieron solucionarse, y valgan para esto los ejemplos de Irak, Afganistán, Libia y Siria. Además de otro factor no menor que es la extensión territorial venezolana, que abarca desde la costa hasta la Amazonía.

Por otra parte, con una invasión nada se soluciona más que intentar controlar los grandes recursos naturales estratégicos. Y aquí bien cabe aplicar el término “intentar”. Pero a esto se suma la oligarquía venezolana, la que se desespera por recuperar todo el espacio perdido y volver a someter a la población como lo fue en la época de la Alternancia. Esto derivaría en la balcanización política y un conflicto interminable, donde sólo “ganarían”, en el verdadero sentido de la palabra, los de afuera. Por eso estamos frente a un nuevo final abierto debido a la cada vez más desmida avidez de nuestros grandes recursos naturales.

Hoy es el petróleo y el coltan…¿Poder y riquezas?  Y, ¿mañana será el agua?

Se abre ahora una nueva instancia que podría posibilitar que se destrabe la situación socio-política que hoy sufre Venezuela. Podemos hacer muchas conjeturas sobre la oportunidad o no del anuncio y al día de hoy las opiniones que han surgido son muy encontradas.

El sentido que le da el gobierno es promover la inclusión de muchos aspectos sociales y de la vida ciudadana, que no estaban claramente definidas en la Constitución de 1999, incluido un aspecto de reorganización del Estado como es la “estructura comunal” como eje de la vida política.

Las visiones que puede tener la oposición serían quizás más que dispares, argumentando que es una estrategia para enfriar las diferencias apuntando hacia el futuro. Insistimos en que analizar más profundamente el tema sería hacer futurología.

 

Fuentes:
Prensa Latina. 2009.
Alai AMLatina. 2016.